La Institución Oratoria, Marco Fabio Quintiliano

[Institutio oratoria]. Tratado de retórica en 12 libros, escrito por Marco Fabio Quintiliano (35-96 d. de C.) entre los años 89 y 92 (o en­tre el 93 y el 95) y publicado en el 93 o en el 96. En los libros I-II trata de los modos como se enseña la oratoria: la edu­cación del niño, el estudio de la gramática, de la lengua, de la ortografía, las discipli­nas generales de la infancia (I), las normas para la elección de un preceptor, los mé­todos de enseñanza, los primeros ejercicios de retórica. En los libros III-VII se estudian las diversas partes de la oración: después de una breve historia de las doctrinas re­tóricas se desarrolla la teoría de la «inven­ción» y de la «disposición». Los libros VIII a X, particularmente dedicados a tratar de las finalidades artísticas de todo discurso, y los X y XI, en los que se examinan las últimas cualidades técnicas del buen ora­dor, desarrollan la teoría de la «elocu­ción», de la «memoria», del «modo de exponer» («pronuntiatio sive actio»). El libro XII se ocupa particularmente de las cua­lidades naturales, morales y culturales del orador, de su preparación filosófica, histó­rica y jurídica, de las modalidades del ejercicio de la oratoria.

Siempre ha gozado de notable popularidad el libro X especial­mente por la parte en que Quintiliano pa­sa rápidamente revista de los escritores grie­gos y latinos con el fin de indicar cuales son los que el orador debe conocer mejor. La obra es al principio y al fin un verda­dero tratado, más que de didáctica, de pedagogía oratoria, pero sin vivas preocupa­ciones moralistas. Quintiliano exige única­mente una buena preparación cultural, quie­re que antes de dirigirse a la escuela del retor el muchacho posea una información general acerca de todo, para que pueda ser luego un orador sabio y consumado. Con estas exigencias, más culturales que éticas, Quintiliano se resiente de aquella sistemá­tica filosofía platónica, aristotélica y estoica que había perfeccionado por entonces el método pedagógico; pero si los principios filosóficos, en los orígenes de la oratoria romana, no habían todavía entrado a formar parte de la cultura retórica, entendida más bien como una actividad práctica, Quintiliano, que atesora la experiencia de Cice­rón, alaba la teoría griega de la educación que había demostrado todas sus ventajas con el estudio de las artes liberales.

Estas artes liberales, o ingenuas, entran todas en el cuadro de Quintiliano y representan ver­daderamente el sustrato cultural del per­fecto orador. Aunque la definición del orador como «hombre bueno, hábil en ha­blar» sea una antigua máxima romana que informa de por sí el ideal retórico de Quin­tiliano, hay que reconocer que los térmi­nos «bueno» y «hábil» han cambiado mucho desde la época de Catón. Y si una mayor experiencia ética de la nueva filosofía ha modificado el significado de «bueno», tam­bién el predicado de «hábil» ha dejado de indicar el conocimiento de una enciclope­dia de artes prácticas: se trata ahora de disciplinas teóricas, en las cuales figuran incluso la música, las matemáticas y la gramática. Si estilísticamente Quintiliano qui­siera llegar, y que sus discípulos llegasen, a las alturas ciceronianas, la restauración no pasa de ser un frío y libresco intento destinado a perecer entre la corrupción y la decadencia de la elocuencia romana.

F. Della Corte

Quintiliano, honor de la toga romana. (Marcial)

Sería muy de desear que todo aquel que quisiera escribir un libro considerase antes con la mayor atención la obra de Quinti­liano.       (Bayle)

Es una de las obras más excelentes que poseemos de la antigüedad romana, inspi­rada en el buen gusto y el recto juicio, sen­cilla en -el sentido y en la composición, instructiva sin pedantería, atractiva sin ne­cesidad de esfuerzo personal, en contraste intencional con la literatura vacía y ama­nerada de su época. (Mommsen)

En esta obra la técnica de la retórica griega se reanima y se transfigura a través de la práctica del foro y el profundo co­nocimiento de la escuela. (C. Marchesi)