La Gente de Seldwyla, Gottfried Keller

[Die Leute von Seldwyla]. Colección de cuentos en dos volúmenes del poeta y escritor suizo Gottfried Keller (1819-1890). El primer vo­lumen fué publicado en 1856 después de la novela Enrique el Verde (v.); al cabo de siete años, en 1873, fué publicado el segun­do. Casi todos los cuentos han sido y son todavía publicados a menudo como obra separada. Son fruto de la madurez artís­tica del poeta y responden a su necesidad de representar «el tiempo vivo». Fiel reflejo de la realidad, sus figuras son de una plas­ticidad y naturalidad admirables, su sano contenido moral está revestido de un fino humorismo, de una vivacidad centelleante, de una gracia agradable, méritos que reve­lan en el autor un gran maestro del arte narrativo y que han dado a la obra una celebridad que traspasa los lindes de la lite­ratura suiza.

Seldwyla es una pequeña ciu­dad imaginaria de Suiza, cuyos habitantes son gente alegre, cuando jóvenes, rumbosos, pobres y en busca de trabajo cuando viejos, ya que lo han perdido todo en especulacio­nes y diversiones; siempre los primeros en las fiestas y en los alborotos políticos, pero totalmente incapaces en la vida cotidiana y en el trabajo regular. Ésta es la atmós­fera de la que brotan los personajes de los cuentos que enlaza en un ciclo, aunque dejando a cada uno su propia personalidad. El hecho de haber situado la imaginaria ciudad en Suiza da ocasión al poeta para expresar su amor hacia su patria y señalar con una sátira delicada los defectos de sus compatriotas. El primer volumen compren­de cinco cuentos: «Pancracio el enfadado», «La señora Regla Amrain y su hijo menor», «Romeo y Julieta de la aldea», «Los tres justos peineros» y «Espejo, el gatito». Los dos primeros enlazan con la novela auto­biográfica de Keller, Enrique el Verde, puesto que trazan características o narran vicisitudes del mismo poeta. «Pancracio el enfadado» [«Pankraz der Schmoller»] pre­senta al eterno descontento (Pancracio- Keller), que hace difícil la vida a los su­yos, hasta que se escapa a África y regresa al cabo de muchos años como oficial fran­cés, acomodado y culto. Se ha olvidado de su malhumor gracias a una mujer de la que se ha enamorado y que se ha burlado de él, y a un león al que ha conseguido domar. «La señora Regla Amrain y su hijo menor» [«Frau Regel Amrain und sein Jüngster»], es el retrato de la bondadosa madre del poeta y de todas las bondadosas y enérgicas madres suizas. Compatriota de Pestalozzi, guía con sabios principios peda­gógicos a sus hijos, de los que el último parece responder de una manera perfecta a la educación recibida. «Romeo y Julieta de la aldea» [«Romeo und Julia auf dem Dorfe»] es uno de los más bellos cuentos de la literatura alemana, muy superior a los llamados cuentos rústicos, a la sazón en boga. Romeo y Julieta, que aquí se llaman Sali y Vrenchen, son los hijos de dos acomodados campesinos de una aldea de los alrededores de Seldwyla, cuyos cam­pos están separados sólo por un barbecho que no tiene dueño.

Admirablemente des­crita está la escena en que cada uno de los dos campesinos, siempre que ara su campo, traza un surco en la tierra de nadie, haciéndolo suyo, mientras los dos muchachos, que se quieren mucho, juegan en el medio. Por fin el campo sin dueño se vende en pú­blica subasta y es asignado a uno de los dos. De ahí nace una pelea y un intermi­nable proceso a causa de aquella parte de tierra de la que cada uno se había apro­piado ilegítimamente; el pleito arruina a los dos campesinos, exasperando su odio; tienen que abandonar sus casas y sus tie­rras y vivir como mendigos en Seldwyla. Pero sus hijos continúan amándose. Des­cubiertos por el padre de Vrenchen, Sali, por defenderse de él, que trata de matarle, lo tira al suelo; la caída acarrea al anciano una lesión cerebral que lo conduce al ma­nicomio. Inocentemente culpables, los dos amantes han de separarse para siempre, pero antes quieren vivir todavía un día feliz; la descripción de esta jornada domi­nical, que coincide con la fiesta mayor del pueblo, con todas sus diversiones a las que la joven pareja se abandona con ardoroso frenesí, es una de las páginas más conmo­vedoras que se han escrito jamás. Cuando empiezan a bailar, se sienten casi como hechizados por la música del «violinista negro», un vagabundo que llegará a ser el poseedor del campo de nadie, y, casi em­briagados, vagan por la orilla del río, suben a una barca cargada de heno y se dejan arrastrar por la corriente. Al amanecer, «dos pálidas figuras, fuertemente abrazadas, se deslizan por la masa obscura, desaparecien­do en las olas frías».

«Los tres justos pei­neros» [«Die drei gerechten Kammacher»] es una brillante sátira popular en la que se demuestra que en Seldwyla pueden con­vivir muchos injustos, pero no tres justos; éstos, que trabajan en la fábrica de peines de Seldwyla, adaptan la justicia a sus pro­pios intereses, y cuando el dueño se dis­pone a vender su fábrica, se la disputan furiosamente. Una cómica carrera pedestre decide la cuestión en favor del más listo, quien, además de la fábrica, se queda tam­bién con una horrible mujer, la intrigante solterona Züs Bünzlin, que actúa de árbitro de la carrera. «Espejo, el gatito» [«Spiegel, das Kätzchen»] es la deliciosa fábula de un gatito inteligente y filósofo, que sabe sacar provecho de las experiencias de la vida, y de un brujo ávido e interesado, que quiere comprarle su grasa, y le hace firmar un contrato, por el que, cuando lo haya en­gordado bien, tendrá derecho a matarlo. Pero, llegado el momento, el gatito consigue engañarle con una hábil estratagema, salvándose y castigándole por su codicia, dándole por mujer una vieja bruja. El segundo volumen de cuentos, compuesto después del regreso a Suiza de Keller, que se hallaba en Berlín, muestra en el fondo una mayor amplitud de horizontes y tiende principal­mente a atacar la enfermedad de los tiem­pos, es decir, la avidez de lucro. «El forja­dor de su suerte» [«Der Schmied seines Glücks»] es una especie de aventurero que engaña a un viejo pariente rico, se hace adoptar para quedarse con su herencia y luego le traiciona villanamente con su mu­jer y lo pierde todo, pues el anciano lo echa de la casa.

«Cartas de amor mal usa­das» [«Die missbrauchten Liebsbriefe»] es una sátira de los salones literarios berline­ses y de las ridículas aspiraciones literarias de sus ineptos epígonos. Una correspondencia amorosa artificialmente arreglada en­tre dos cónyuges lleva al rompimiento de su matrimonio y a la formación de nuevos vínculos conyugales. «El hábito hace el monje» [«Kleider machen Leute»] es uno de los cuentos más populares y divertidos. Wenzel, un pobre sastre procedente de la fron­tera polaca, que algún tiempo atrás había trabajado en Seldwyla, es recogido cortés- mente durante su viaje por el conductor de un coche señorial, que se dirige, de va­cío, a la cercana ciudad de Goldach. Aquí su aspecto distinguido y melancólico, su capa guarnecida de terciopelo y su gorra de pieles, le hacen parecer un conde pola­co fugitivo, y como tal es recibido y feste­jado por toda la población. Enredado, sin quererlo, en la extraña farsa de la que ya no sabe liberarse, se hace involuntariamente cómplice de ella, y se promete con Nettchen, la linda hija de una autoridad del lugar. Pero la gente de la cercana Seldwyla, que le ha reconocido, organiza una especie de mascarada, en la que se manifiesta la verdadera personalidad del sastre. Sin em­bargo, como es tan bueno, se le perdona su involuntaria ficción; se casa con Nettchen y abre una sastrería en Seldwyla, que pronto prospera. También aquí el humoris­mo es tan centelleante que la lectura de la sátira resulta divertidísima: «Dietegen» hue­le a cuento medieval por su tema: la lucha entre dos ciudades y los prejuicios contra las brujas, de los que es víctima la mucha­cha amada por Dietegen, quien, salvado una vez por ella, la salva ahora a su vez, casándose en el mismo lugar del patíbulo. Finalmente, «La sonrisa perdida» [«Das verlorene Lachen»] refleja las aberraciones religiosas y políticas propias de los tiem­pos de Kellér. Dos jóvenes, que tienen la misma sonrisa y parecen creados uno para el otro, se enemistan por culpa del fanatis­mo religioso y unas sucias pandillas po­líticas, hasta que, reconocidos sus errores, se reconcilian. Las consideraciones del pro­tagonista al final del cuento expresan la concepción de la vida de Keller, su filosofía y su religión, basadas en la doctrina de Feuerbach. [Trad. del alemán por Luis Ló­pez Ballesteros, con el título Los hombres de Seldwyla (Madrid, 1922-23)].

C. Baseggio-E. Rosenfeld