La Fuerza del Hado, Giacinto Andrea Cicognini

[La forza del fato, o Il matrimonio nella morte]. Tragi­comedia en cinco actos de Giacinto Andrea Cicognini (1606-1660). Si con la Admira (v.) Cicognini inserta el teatro español en la tradición italiana, con la Fuerza del Hado le añade aquel sentido de lo pasional ca­tastrófico, también de origen ibérico, des­tinado a adquirir, casi dos siglos después, ropajes burgueses con el drama lacrimoso desembocando finalmente en el melodrama. Su importancia consiste en haber sido el más notable iniciador de este teatro; des­pués de él seguirán innumerables obras se­mejantes a ésta, y de igual valor. Alfonso, príncipe de Castilla, ama a Deianira, pero de casarse con ella, perdería el trono: se aviene, pues, a desposar la princesa Rosau­ra, y se convierte en rey; Deianira, como réplica, concede su mano a don Fernando. Pero Alfonso no renuncia a ella y quiere convertirla en su amante; Deianira finge consentir, le concede una cita nocturna y, al mismo tiempo, advierte a Rosaura: ésta irá a la cita y Deianira, oculta tras de ella, le prestará su voz.

Así sucede; pero tam­bién don Fernando ha sido advertido por un criado, y también él acude a la cita y es tomado por el rey; cree que Rosaura es su mujer y la mata de un tiro. Deianira, creyendo que es el rey, lo apuñala y en­tonces llega Alfonso; Deianira lo toma por Fernando, y se refugia en él: ahora lo ama de veras, él es su único sostén después de tanta tragedia. Los dos tienen una cita de amor, y sólo tras los hechos consumados ad­vierten su error; no queda más que una solución: casarse con su antiguo amado, que le ha hecho primero matar y después hacer traición a su marido. Sólo así queda salvado el honor; y así sucede. Aquí tenemos el conceptismo barroco llevado al mundo de las pasiones teatrales. Lo ilógico nace de la misma lógica, por una cadena de causas y de efectos que van a parar en lo absurdo, y los personajes se embriagan de ese ab­surdo, olvidándose de sí mismos, anegándose en ríos de palabras que parecen cons­truir en el aire una nube de tragedia sin­gularmente pura.

U. Déttore