[La famegia del Santolo]. Es una de las comedias más destacadas del veneciano Giacinto Gallina (1852-1897), considerada por muchos como su obra maestra. Fué estrenada en el año 1892. El tema es sencillo, y se mantiene gracias al mundo íntimo de los personajes y la proyección de los antecedentes; la familia del viejo óptico Micel parece tener un numen tutelar en el rico padrino Giacomo, quien ayuda financieramente a Micel en sus estudios de óptica y ha dotado a su ahijada Giacomina. Micel vive tranquilo; en su vida sólo ha cometido una torpeza, hace ya años, cuando dejó a su esposa y a su primera hija Lisa para enrolarse con Garibaldi. Más tarde su idealismo se ha dirigido hacia los estudios, tranquilos aunque poco remuneradores. Todos saben lo que sucedió entre Amalia, su mujer, y el alegre padrino durante aquel período; sólo él lo ignora con una ingenuidad que los otros no sospechan. Amalia casi ha olvidado aquel momentáneo desliz; es una buena mujer y soporta valerosamente el ambiente de ligero equívoco que se ha formado en torno a su familia; Lisa sufre en silencio a causa de ello; Giacomina, alegre e irreflexiva, disfruta los beneficios sin preocuparse, y Julio, su marido, es un hombre práctico e incapaz de reconocer otros valores que el dinero y busca el modo de hacerse apoyar de cualquier forma por el padrino.
La revelación tiene lugar de improviso a consecuencia de una frase de Julio, durante una de sus preguntas, y de las vagas palabras de tono amenazador de Perina, criada de Giacomo, que aspira a casarse con él. Pero, olvidada con el tiempo, la tragedia no puede estallar ni manifestarse, se mantiene en silencio y halla como expresión una simple palabra: «vergonzosa», que Micel dice a Amalia y que se constituye en ejemplo célebre del poder de las expresiones inadecuadas. Pacíficamente, dolorosamente, se logra un equilibrio: Perina se casará con Giacomo, Lisa se unirá al buen Atilio, y Amalia y Micel quedarán pacificados con su silencio. En esta comedia la sencilla apacibilidad goldoniana ofrece su dolor y lo expresa con la misma simplicidad de medios que usara el maestro; se puede decir que, con La familia del padrino, la tradición de Goldoni llega a su término, y, en realidad, después de Gallina no tendrá otros continuadores.
U. Déttore