[Die Ueberwindung des Materialismus]. Obra del filósofo alemán Hans Driesch (1867- 1940), publicada en 1935. El autor examina un gran número de fenómenos biológicos, psicológicos y metafísicos, para fundamentar sobre ellos la teoría del materialismo. Si el ser viviente no es más que el desarrollo de una estructura originaria preexistente en el huevo, ¿cómo explicar que porciones del huevo primitivo den origen a un individuo completo, y no a una parte? El autor invoca ya para el fenómeno biológico el concepto aristotélico de «entelequia», una finalidad inmaterial, inmanente en cada ser viviente, que organiza la materia cumpliendo una función teleológica. El fenómeno psicológico exige más: un principio inmaterial, un alma. El sentimiento, las ideas, la memoria — irreductibles a un proceso químico, especialmente por lo que se refiere al registro cronológico — manifiestan todos ellos algún principio inmaterial.
La misma teoría del paralelismo psicofísico no satisface. El inconsciente, o subconsciente, que sin la intervención de la voluntad consciente cura una herida mediante un proceso sabiamente regenerativo, o pone en movimiento los nervios y los músculos para ejecutar en sus más nimios detalles un movimiento voluntario, el compromiso inconsciente entre dos impulsos contrarios («lapsus» de Freud), la autosugestión, la heterosugestión, etc., todos ellos dan fe de una «entelequia», de un alma inconsciente operante. Pero el arma más poderosa contra el materialismo son los fenómenos metafísicos. Insistiendo en el argumento ya tratado en la obra Parapsicología (v.), el autor desarrolla los temas de la telepatía, clarividencia, supervivencia, hipótesis espiritista. La telepatía no queda explicada con la radiotransmisión, en cuyo caso el receptor recibiría la propia imagen emitida por el transmisor que, por ejemplo, ha pensado en el receptor; mientras éste recibe la imagen del propio transmisor. También en este caso el autor prefiere, en vez de explicar fenómenos trascendentes, la hipótesis espiritista o «monadismo», a la de un «espíritu colectivo» o a la acción animista de un ser vivo.
Excluye que la muerte pueda ser regresión de una forma más elevada de existencia a otra inferior, o que pueda ser una transmigración del alma en un medio espacial; para el materialismo, pues, no hay solución del problema. El hecho de la inmortalidad es el fundamento más seguro de la ética; pero para Driesch la recompensa ultraterrenal no es otra cosa que un eterno deseo de purificación y de sublimación. Se trata de los temas tradicionales de la filosofía espiritualista, aplazados y resucitados por la ciencia moderna, especialmente por la metafísica: y es interesante ver al biólogo moderno llegar, como ya lo hizo Aristóteles por el mismo camino, á la concepción vitalista de la «entelequia», y superarla, empujado por la fisiología, la biología, la psicología de lo paranormal hacia una concepción animista espiritualista.
G. Pioli