La Conciencia de Zeno, Italo Svevo

 [La coscienza di Zeno]. Novela de Italo Svevo (pseu­dónimo del triestino Ettore Schmitz, 1861- 1928), publicada en 1923. Tras el largo si­lencio del escritor (Senilidad (v.) es del año 1898), esta obra, que en realidad es un «retorno», a muchos críticos europeos les pareció un verdadero descubrimiento. La materia de la narración y la actitud de una aguda introspección psicoanalítica hicieron que se considerase a Svevo como cercano a Proust y a Joyce, haciendo con ello sur­gir un vivísimo interés por sus nuevas ma­nifestaciones artísticas. En una larga narra­ción autobiográfica — que se imagina como aconsejada por el médico que dirige la cura — un ser abúlico y aburrido, Zeno Cosini (v.), habla de su vida: con desenvoltura y hasta con un turbio y malsano sentido de la realidad. Ésta es su «conciencia»: el ad­vertir que hay algo diferente y sustancial en el drama de los demás. Pero nunca se da cuenta de su necesidad de acción, y con­tinúa con su cansada y triste vida de cada día. El vicio juvenil de fumar indica su malestar: llega hasta los pequeños robos domésticos para satisfacer su costunbre. Con el correr de los años, llega el matrimonio: indeciso entre las hermanas Malfenti, se casa con la que menos le gusta con Augusta. Entretanto, Ada, que habría sido en cierto modo su preferida, por su inteligencia y des­envoltura, se casará con Guido Speier, un muchacho fanfarrón y desocupado que se asocia con un socio ideal, con el perezoso Zeno; el nuevo negocio va lentamente a la ruina por la mal calculada adquisición de setenta toneladas de sulfato.

Guido tiene sus vicios, y sus relaciones con la secretaria de­muestran de qué modo olvida a la familia; por su parte Zeno, hombre sin ningún dra­ma moral, se ha hecho amante de una pobre muchacha, Carla Gerco, enamorada de la música, pero pasado algún tiempo termina por cansarse de ella. De este modo, entre la Bolsa y la monótona existencia de casa, pasan los dos el tiempo, dignos el uno del otro: Zeno, siempre aburrido, y Guido, siem­pre histrión y desleal, hasta el punto de fin­gir un suicidio. Pero, al no salvarle a tiem­po de la no fuerte dosis de veronal, pier­de de veras la vida. Zeno, siempre incierto y abandonado, ni siquiera tiene tiempo de ir a su entierro por estar pendiente de la Bolsa, y por el mismo motivo, cuando cele­bró su matrimonio con Augusta, se /’4zo aguardar durante muchas horas. La obra termina con algunas páginas casi sueltas, de libro de notas referentes al contacto del personaje con la realidad de la guerra italoaustríaca: sus impresiones de la vida de Trieste indican la angustia de un profun­do cansancio moral. En conjunto, se mani­fiesta en la novela la actitud sutil y mor­bosa, propia de Svevo, con sus investigacio­nes sentimentales complejas y contradicto­rias en una personalidad abúlica e inactiva que, según el autor, sería la actitud repre­sentativa del hombre común. El sentido de­sesperadamente clínico de la investigación, impresionó particularmente a una crítica que, en la perplejidad de la postguerra, ten­día a acercarse a los grandes epígonos del siglo XIX. Y se consideró como una obra maestra a este libro en el que hay cierta­mente más agudeza que poesía. [Trad. es­pañola de J. M. Velloso (Barcelona, 1956)].

C. Cordié