Judas Iscariote, Léonid Nikolaévitch Andreiev

[luda Iscariot]. Re­lato del escritor ruso Léonid Nikolaévitch Andreiev (Leónidas Andreiev, 1871-1919), publicado en 1907. El concepto trágico de la vida y del mundo propio del autor, se desarrolla libremente en este relato.

Judas es un extraño personaje cuya alma es ator­mentada por un conflicto sin solución: desea ardientemente ser querido y admirado. Quie­re que se le tenga por un hombre superior a los demás, él que es feo, perverso, avaro y la perfidia misma, que desprecia y siente la más completa aversión por el prójimo. Su necesidad enfermiza de parecer lo que no es, falsea todas las circunstancias y crea en él un perpetuo desasosiego. Ama a Jesús con todo su corazón (pero sólo a Él en el mundo), y el amor de Jesús a los demás apóstoles suscita en el corazón de Judas la mayor amargura y desespero. Se mezcló entre los que rodeaban al Señor y fue es­cogido por Él; pero en estas circunstancias la llamada de Jesús toma el aspecto de una verdadera apuesta. ¿Qué puede hacer Jesús por él? Es su propia libertad la que debe conducir a Judas a hallar su camino, a ven­cerse a sí mismo. Hasta la jugada fatal su destino permanece en suspenso, cabe toda­vía la esperanza. Pero Judas se abandona a las fuerzas de la fatalidad, encerrado en su intimidad, entregado a sus propias ideas, es, en verdad, un enfermo. Desde este mo­mento su amor por Jesús no logra regene­rarle.

Cada palabra que le dirige el Maestro despierta en su alma una tempestad de sen­timientos contradictorios. Por otra parte, la menor debilidad de los demás apóstoles des­encadena en él la cólera y el desprecio. La clara benevolencia de Jesús para con él le exaspera. Cada vez más, la idea que tenía del Mesías — el Rey que debe conquistar todos los pueblos — no le deja comprender la aparente inactividad de Jesús. Entregando al Maestro, Judas no sólo va a dar fin a una tensión insoportable, sino que además pre­cipitará los acontecimientos. Los discípulos defenderán a Jesús, el pueblo le aclamará. ¿Qué importan, pues, los medios? La amo­ralidad de Judas es absoluta. Pero los dis­cípulos se han dispersado, el pueblo no se ha levantado… El primer sentimiento de Judas no es de arrepentimiento, sino de cólera e indignación. Encuentra a los após­toles y les acusa violentamente de no haber defendido al Maestro y de no haber muerto por Él. Pero en Judas no sólo hay desespe­ración e indignación, hay también un triun­fo monstruoso: ha comprobado ser más fuerte que Jesús: él, Judas, es el verdadero vencedor. De nuevo resuena en sus oídos la pregunta que le atormenta y que se repite a lo largo de todo el relato como un refrán: «¿Quién engaña al pobre Judas? ¿Quién tiene razón?». No le queda ya más que un vacío inmenso. No le queda más que morir.

Intenta así el autor explicar la figura de Judas atendiendo sólo a su orgullo frené­tico (Satanás no es capaz de amar) y a su ambición monstruosa. Se inspiró el autor quizá en algunos Evangelios apócrifos. La imagen de Judas ha sido trazada con rasgos violentos, algo forzados acaso. A veces se tiene la impresión de contemplar más que un hombre real una verdadera obsesión transformada en hombre. La figura de Pe­dro es interesante, la de Juan, en cambio, ridiculamente traviesa. En cuanto a Jesús, no podemos juzgar: es el suyo un retrato irrealizable sea cual sea el talento del ar­tista. El relato es ágil y pleno de color, pero cabe lamentar en alguna ocasión, sin embargo, que el autor haya inventado a placer detalles horribles e inútiles.