[Diario de los debates]. Periódico político francés cuyas vicisitudes están íntimamente ligadas a la historia del período que va desde la Revolución hasta nuestros días. En su origen se reducía a la publicación de las reseñas de las sesiones legislativas como «Journal des débats et des décrets» (según idea del tipógrafo Boudoin, que lo fundó en 1789) y después fue poco a poco modificándose, conservando no obstante el mismo título y el carácter de información de los debates parlamentarios. Un tono primordialmente político le fue infundido en 1799 por obra de sus nuevos propietarios, los hermanos Bertin: fue añadido también el «feuilleton» literario y teatral que era una de las partes seguidas con más interés por los lectores de toda Europa. En una primera fase de conservadurismo moderado, resalta, junto con la colaboración de Royer-Collard y de Chateaubriand, el servilismo a Napoleón, primer Cónsul, por parte de Geoffroy, ya redactor del «Année littéraire» (v.) y de otras hojas antirrevolucionarías.
En 1805 el periódico se transformó en «Diario del Imperio» [«Journal de l’Empire»], con carácter oficioso y escasamente político, aun cuando no disminuyeron sus valores literarios. En 1811 Napoleón se convirtió arbitrariamente en su propietario. Con las vicisitudes de 1814 y de 1815 volvió a su antiguo título, que después perdió nuevamente. El 19 de marzo de 1815 publicó el famoso artículo de Benjamín Constant contra la tiranía napoleónica. En los Cien Días volvió a ser el «Diario del Imperio». Durante la Restauración, tras una fase ultrarrealista, obra de Chateaubriand, adquiere decididamente un tinte de oposición liberal, particularmente contra Carlos X. Sufre varios procesos e incautaciones íntimamente ligado al parlamentarismo ministerial durante la Monarquía de Julio y la Revolución de Febrero, se convierte en portavoz del conservadurismo moderado, casi como órgano oficioso del Estado, y si en el Segundo Imperio mantiene un decidido carácter de oposición legal a los abusos de la autoridad imperial, en la Tercera República su obra se encuentra más o menos vinculada a la de los nuevos periódicos de crítica y colaboración, y particularmente al «Temps» (v.).
Todavía hoy el «Diario» mantiene su carácter moderado, aunque ha perdido su importancia histórica por la misma evolución de las cosas — por ser típicamente ochocentista en sus métodos de lucha política —. Representa un nostálgico testimonio de un gran siglo de discusiones y de conquistas políticas.
C. Cordié