[Yonah; (paloma)]. Libro profético e histórico del Antiguo Testamento que cuenta las vicisitudes de aquella singular figura de profeta que vivió en los tiempos de Jeroboam II (780?-a. de C.), rey de Israel. Los libros de los Reyes (v.) refieren sólo que Jonás predijo al rey de Israel el éxito en sus expediciones militares, y que dilataría sus estados (IV, Reyes; XIV, 25).
El libro que figura a su nombre, es más bien de base histórica, puesto que narra los particulares de la misión del profeta; pero esto no excluye su contenido profético, que está encerrado en la predicación de la penitencia, en la vocación de – los gentiles simbolizada por la vida de Jonás y en la atribución a Jahvé del título de Dios de todo el Universo. El libro consta de cuatro capítulos; trata de la vocación del profeta, de su fuga y de su castigo (I, l-II, 11); describe su predicación en Nínive y recuerda la repulsa que recibió del Señor (III, 1-IV, 11). Jonás es un profeta poco dócil y sumiso a las voluntades de quien lo quiere para su alta misión. En efecto, se niega a ir a Nínive a predicar allí la penitencia, temiendo que la ciudad culpable y enemiga escape al castigo que le espera (I, 3; IV, 2-3). Rebelde a la orden de Jahvé, va a embarcarse en una nave que zarpa para España; pero la tripulación verá en el profeta la causa de la tempestad incesante y arrojará a Jonás al mar, donde tragado por un pez, será restituido a tierra firme. Acontecimiento que, tanto si se le quiere interpretar en sentido alegórico, como en sentido real, ha tenido gran fortuna literaria.
Jonás finalmente, se decide a obedecer. Se va a Nínive, habla, y la población de la ciudad, detestada por el vidente hebreo, se convierte; hasta los nobles y el rey hacen penitencia. Ante el espectáculo de tan profunda y universal reparación Dios perdona a los ninivitas. A pesar del éxito de conversión obtenido, Jonás no sabe resignarse a que Jahvé perdone a la ciudad. El último capítulo (IV) nos presenta, efectivamente, descontento al profeta, y por eso Dios le reprende por su egoísta exclusivismo hebraico y, por un procedimiento sensible, le da a conocer lo irrazonable de su conducta; hace nacer a la puerta de ,su solitaria cabaña un árbol frondoso para ponerla al abrigo de los rayos del sol; Jonás experimenta con ello dulce refrigerio; pero, al día siguiente, la picadura de un gusano, debilita y mata el árbol, y el profeta, molestado por los ardientes rayos del sol, reanuda sus quejas, y vuelve a desear la muerte. Entonces, una voz de lo alto le dice: «Te has entristecido por la muerte de una planta que no te había costado trabajo alguno, que había crecido sin tu ayuda, que nació en una noche y en una noche pereció, ¿y yo no he de perdonar a Nínive, que en su seno encierra ciento veinte mil niños?».
El libro se cierra bruscamente; pero la ausencia de una conclusión y el silencio significativo del profeta después de la fuerte argumentación de Dios, quedan para indicar la absoluta aprobación dada a los inescrutables designios divinos. El libro de Jonás tiene frases muy elegantes. La abundancia de voces arameas y la presencia de voces nuevas hacen suponer que lo haya compuesto un redactor inspirado, sirviéndose de documentos anteriores después del 600 a. de C. En un versículo de San Mateo (XII, 40) Jesús compara su resurrección con la salida de Jonás de la ballena; de aquí el símbolo que se derivó de ello en el arte primitivo cristiano.
G. Boson