Diálogo de Platón de Atenas (427-347 a. de C.) perteneciente al grupo de los primeros diálogos, llamados socráticos, en que Platón desarrolla la doctrina de su maestro, transformándola sólo en parte con objeto de formarse su propia concepción. Se refleja en esta obra el punto de vista platónico acerca de la poesía: para Platón, poesía no es sabiduría, en cuanto el poeta es cosa «leve y alada» que canta sólo cuando está poseído por un dios y ha dejado de razonar. En realidad, el poeta no sabe, racionalmente hablando, lo que dice: la palabra fluye por divino encanto y, a través de él y del rapsoda que interpreta su poesía, este encanto se extiende al auditor que siente y sufre lo que la poesía canta y se pone también fuera de sí. En efecto, Sócrates interroga a Ion, rapsoda celebradísimo, el mejor intérprete de Homero, el cual confiesa que de los otros poetas, en cambio, no sabría decir una palabra; y, de resultas del estrecho interrogatorio de Sócrates, Ion tiene que acabar por admitir que él, desde el punto de vista científico, no entiende nada de lo que Homero dice; de modo que, en materia de mántica, pesca o medicina, un adivino, un pescador o un médico entiende más que él: y sin embargo él, Ion, dice de Homero las cosas más bellas que jamás se hayan dicho. Precisamente, replica Sócrates, porque no habla por ciencia propia, sino en cuanto poseído por Homero, a su vez poseído por el dios, y se siente exaltado y conmovido cuando relata algo trágico. Y por esto no sabe hablar de los demás poetas, porque sólo puede expresar el lenguaje del dios que habla en él, y no el de los otros dioses que poseen a otros poetas y rapsodas que recitan por divino entusiasmo, como los coribantes que, poseídos por el dios, tripudian y trenzan las danzas sagradas. Ion, en su presunción, no comprende, pero acepta, porque le parece bello y honroso, el título de «hombre divino» que Sócrates le da. Diálogo breve pero significativo, llevado con la admirable simplicidad que será siempre dote de toda la producción dialógica de Platón, e importante no sólo por sus referencias a la tesis, afirmada principalmente por Platón en su República (v.) que estima en menos el arte, sino también por los reflejos que emparentan este diálogo con la moderna tesis de la «alogicidad» del arte. [Trad. española por Patricio de Azcárate en Obras completas, tomo II (Madrid, 1871); reimpresa en el tomo I de la edición argentina (Buenos Aires, 1946)].
G. Alliney