[Aufforderung zum Tanz, op. 65]. Composición para piano del músico alemán Carl-Marie von Weber (1786-1826), escrita en 1819. Aunque lleve el subtítulo de «Rondó brillante», no está ligada a forma alguna, y con todo es la más bella y más perfecta de las obras libres para piano, de Weber. Consta de tres partes: la introducción, en la cual el autor se propone representar la escena de la invitación del caballero, de la primera negativa de la dama, del ruego insistente de él, y finalmente de la alegre aceptación de ella; el episodio central, que es el verdadero vals, y la coda que repite el tema de la invitación y suscita la visión de las parejas, las cuales, terminado el baile, se dejan con pesar. La Invitación al vals, que el hijo de Weber definió como una «pequeña canción sin palabras», toma su origen temático del material que Weber reunió para la ópera Alcindor, que no fue terminada nunca. El vals, romántico por su ímpetu, por la manera como fue imaginado y por su color, revela también un gran virtuosismo, una libertad y una soltura de ritmo como nunca habían aparecido antes en la antigua «alemanda», regular y contenida, y se diferencia también del vals de Schubert por su lograda tentativa de dar un contorno dramático al motivo de la danza verdadera. Los dos temas principales se persiguen con extraordinaria ligereza y vivacidad, suscitando recuerdos de la Viena alegre y bulliciosa del siglo XIX y anunciando el gran vals de Johann Strauss (1825- 1899). La composición de Weber es conocida sobre todo por su admirable transcripción para orquesta de Héctor Berlioz (1803-1869), quien transportó la tonalidad de re bemol a re mayor. También Félix Weingartner (1863-1942) arregló para orquesta la célebre página de Weber, aunque sin alcanzar la popularidad de la transcripción de Berlioz.
L. Fuá