[An Inquiry conceming the Principies of Moráis]. Estudio sobre los principios constitutivos del acto moral, obra de vulgarización de la segunda y tercera parte del famoso Tratado de la naturaleza humana (v.) del filósofo escocés David Hume (1711-1776), publicada en 1751.
El autor pone rápidamente en evidencia el carácter constante y específico de toda acción que sea celebrada como virtuosa, es decir, útil y agradable a los demás o a nosotros mismos; de donde concluye, por inducción, que el fundamento del bien es lo útil. Pero como en la mayor parte de los casos la utilidad en que hacemos consistir la moralidad de una acción, es no sólo la nuestra, sino también la del prójimo, la moral del egoísmo es falsa. Hume se apoya aquí en la orientación de la escuela de Shaftesbury y de Hutcheson, que hacía del bien objeto de un deseo, así como de la razón, y lo basaba, en último análisis, sobre el sentimiento. Aun cuando la razón interviene en gran medida en todas las decisiones morales, no por eso es ella la que produce el carácter censurable o aprobatorio de una acción, puesto que ésta es totalmente inerte, apta sólo para distinguir lo verdadero de lo falso. No es de los universales del bien y el mal, ni del examen de la realidad del hecho de donde cabrá deducir el predicado de «bueno» o «malo»; antes bien, derivan de la reacción del sujeto o de sus ideas, es decir, del sentimiento de placer o de dolor que una acción origina. Pero no todo placer es «bien» ni todo dolor es «mal»; en realidad, aceptamos como «morales» las acciones que son útiles y agradables, no para nosotros, sino para el agente que las ejecuta y para las personas con las cuales se halla en relación; y, viceversa, las «malas».
Y el enigma de que nunca la utilidad y el placer de los demás pueden resultar agradables a un espectador no directamente interesado (es decir, que el placer y el dolor «ajenos» puedan convertirse en placer y dolor «nuestros») queda resuelto con el hecho innegable de la «simpatía» que permite hagamos nuestro el goce de los demás. «No puede negarse, sin caer en el máximo absurdo, que en nuestra intimidad esté infundida un poco de benevolencia, por poca que sea; una chispa de amistad hacia la especie humana; algunas partículas de candor con las que está amasada nuestra naturaleza, junto con los elementos del lobo y de la serpiente» (alusión al «Homo homini lupus» de Hobbes). Sin la simpatía o benevolencia, propiedades esenciales del espíritu humano, de las que deriva el aprecio moral, el hombre permanecería encerrado en sus placeres y dolores, no existiría un hálito de moral. «Y como toda cualidad que es agradable y útil, para nosotros o para los demás, en la vida cotidiana es considerada como parte del valor personal, así no se admite ningún otro criterio, cuando los hombres juzgan las cosas con su razón natural y despreocupada, sin las explicaciones ilusorias de la superstición y de una falsa religión». Siguen a la Investigación cuatro apéndices en torno al sentimiento moral, al egoísmo, a la justicia y a «algunas discusiones verbales», y la obra termina con un ataque a la ética de los filósofos modernos, tan unida a la teología. Mientras en el Tratado de la naturaleza humana la demostración discurre lenta y a veces fatigosamente, en esta Investigación el autor domina el tema y la expresión literaria con una rica experiencia humana e histórica, la libra de asperezas mediante acomodamientos eclécticos y disimula la dificultad que el análisis de la simpatía había suscitado con el Tratado; pero respecto a éste, la Investigación se mantiene en un nivel inferior en cuanto a riqueza de problemas y profundidad filosófica.
G. Pioli