[Inventions]. Con este título, común a muchas clases de composiciones musicales, Clément Jannequin (n. hacia 1485-m. hacia 1560) publicó, especialmente desde el año 1544 al 45, varias polifonías sobre textos profanos de carácter descriptivo y pintoresco que obtuvieron un rápido y duradero favor y que aún hoy día son justamente apreciadas por la pureza de su gusto artístico y por su ingeniosa composición. Su originalidad poética consiste sobre todo en la expresión de algunos sentimientos que las generaciones precedentes de músicos no habían cantado: la osadía viril, la energía combativa, la victoria, la gloria y todos aquellos que, como los mencionados, puede albergar el alma humana. Recuérdese, por analogía, el sentimiento de la exaltación bélica que Monteverdi se propuso restablecer y renovar en el arte del madrigal, y realizó en el Combate de Tan- credo y Clorinda (v.). Jannequin podía aprovecharse de la aportación y recursos de motivos, temas, ritmos e incluso de exclamaciones ya desarrolladas en la polifonía docta y nacidas de las «cazas» italianas y extranjeras del siglo XIV, o bien de las técnicas silábicas concordantes o salmodiadas y contrapuntísticas, cultivadas hasta sus días con el motete áulico y las canciones de carácter popular francesas e italianas. Y, de hecho, se aprovechó de todas estas experiencias; pero como convenía a los temas escogidos, prefirió una manera ágil, desenvuelta, casi representativa y objetiva, en la que la inserción onomatopéyica hacía más evidente la imagen.
Con éste criterio compuso, probablemente hacia 1520, aquella Batalla de Marignan (v.), a 4 voces, que tanto gustó y entusiasmó, y en la cual, además del naturalismo y de la trabajada reproducción del redoble de los tambores, de la marcha tocada por los pífanos para estimular a los soldados, de los toques de trompeta, de las órdenes de los jefes, del rugir de los cañones, de los disparos de fusil, del relampaguear de los aceros, además de los excitados gritos de los suizos y franceses («Victoire, victoire au noble roi des François»), es decir, además de los recursos materiales, se percibe una palpitación sincera y el canto de los sentimientos. Todo esto está íntimamente ligado, naturalmente, a la mentalidad estética del siglo XVI. El mismo Jannequin reelaboró la Bataille de Marignan en una misa a la cual dio el mismo título, y en la cual entonó, por ejemplo, «Et ascendit» con un tema de charanga y cosas por el estilo. A esta Guerre, que también fue instrumentada, siguieron piezas análogas, como Le siège de Metz, La bataille de Renty, La prise de Boulogne, La réduction de Boulogne. Pasando a otro género, Jannequin probó la delicadeza de su pincelada, su vena humorística, su briosa fantasía en cuadritos placenteros, algo primarios unas veces, coloreados por las más recientes conquistas cromáticas de otras, y por esto se recuerdan aún Les cris de Paris, Les cris des oiseaux, Le caquet des femmes, La jalousie, La chasse du cerf, Le chant de l’alouette, Le rossignol y tantas otras composiciones cuyo conceptismo hay que achacar al gusto intelectualista francés, que sus imitadores cultivaron, y que se encuentra objetivado también en los clavecinistas. A. Della Corte