Introducción a la Sabiduría, Juan Luis Vives

[Introducido ad sapientiam]. Opúsculo en latín del humanista español Juan Luis Vives (1492-1540) publicado en Lovaina en él año 1524. Las ideas de Luis Vives, acerca de la filosofía moral, se contienen en este opúscu­lo que viene a ser, por una parte, un tra­tado de moral práctica, y por otra, algo así como uno de aquellos libros de civilidad pueril que tanto se imprimieron en el si­glo XVI. La verdadera sabiduría —- dice Vives — consiste en juzgar rectamente de las cosas, concibiéndolas tales cuales son en realidad. Por eso el filósofo debe mirar siempre con prevención todo aquello que el vulgo suele alabar y aprobar mucho, si no merece también el asentimiento de los po­cos que saben ajustar las cosas a la norma de la virtud. Vives entiende que el primer grado de sabiduría consiste en conocerse a sí mismo. El segundo y último es conocer a Dios. Ambos se comprenden en la pose­sión de la virtud, pues ésta no es otra cosa que la piedad con Dios y el amor y la bene­ficencia con los hombres; y en tanto serán bienes todas las otras cosas, en cuanto se refieran a la virtud. En el conocerse uno a sí mismo, entra el saber apreciar con rec­titud la naturaleza y el valor de los bienes tanto corporales — externos e internos — como espirituales que se poseen.

Se cultiva la instrucción del alma para que, bien co­nocido lo bueno y lo malo, la virtud y el vicio, podamos más fácilmente huir de éste y abrazar aquélla, «sin lo cual sería de todo punto vana e inútil la enseñanza». En lo que respecta al ejercicio de nuestra facultad ra­cional, ha de tenerse en cuenta que no conviene distraer el ánimo con la investi­gación de cosas impertinentes. Sin embar­go — añade Vives — «no debes poner tér­mino alguno al estudio de la sabiduría, pues debe ser el de tu vida, debiendo el hombre tener fijo y como clavado el pensamiento en estos tres puntos: cómo debe saber, cómo debe hablar y cómo debe obrar», fin para el cual contamos con tres principales instru­mentos: el ingenio, la memoria y el estudio. Debemos limpiar el ánimo de malos afectos y conservarlo limpio de toda pasión, pro­curando asemejarnos a Dios, amando y sien­do útiles a todos. Así Dios reconocerá en nosotros un ser parecido al suyo. Los capí­tulos IX y X se refieren a la religión y a Jesucristo. Vives concluye en el capítulo XVIII, con algunas máximas y doctrinas celestiales acerca de «cómo se ha de haber cada uno consigo mismo» en esta vida mor­tal, de la que hemos de pasar a la eterna. El estilo de Vives en este opúsculo es claro, sencillo, sin hipérboles ni pleonasmos tan abundantes en otras obras suyas. De su ar­gumento dice el obispo Torres y Bages, que es «como un Kempis para los sabios, una norma de vida para el filósofo cristiano». [Trad., notas y prólogo del R. P. Juan Al- ventosa, O. F. M. (Valencia 1930)].