[Intentions]. Ensayos de Oscar Wilde (1854-1900), publicados en Londres en 1891. Esta obra, que puede ser considerada como la confesión estética de Wilde, en la que se pone decididamente de parte de los defensores del arte puro, está compuesta de cuatro artículos: «La decadencia de la mentira», «Pluma, lápiz, veneno», «El crítico como artista» y «La verdad de las máscaras».
Ante el número infinito de problemas que se le presentan y que la moral y la religión no resuelven, sino que complican, el espíritu del hombre sólo puede evadirse en la contemplación estética. en que todas las luchas y turbaciones que trastornan el universo se han resuelto en unidad armónica. Sólo en el terreno del arte nuestro espíritu se realiza a sí mismo en la más completa de las síntesis y, liberado de los engaños que lo subyugan, comprende la realidad. Es engaño pensar que el arte sea imitación de la naturaleza, cuando es la naturaleza la que tiende siempre, aunque inútilmente, a alcanzar el arte e imitarlo, como cuando intentamos dar a nuestras acciones la nobleza y la elevación, aunque sean puramente formales, de acciones celebradas por los poetas, pero nuestras experiencias particulares permanecen siempre en abierto contraste con los ideales que nos hemos formado de la vida y del universo en la esfera de la contemplación estética. Todo cuanto cae en el mar se convierte en perla pura, dice Shakespeare; así, todo cuanto entra en el arte se traduce en pura forma de belleza. Para Wilde, por lo tanto, la realidad física no tiene ningún valor en arte — solamente los débiles se dejan abrumar por las cosas—, porque es transformada en la visión interior del artista.
Otro problema de singular importancia, tratado en «El crítico como artista», es el de la posición del crítico frente a la obra de arte. El crítico se encuentra en la posición equívoca de quien no sólo experimenta los efectos de la obra, sino que renueva la obra; de aquí el peligro grandísimo de ponerse en lugar del artista. Por otra parte, la crítica objetiva presenta el grave riesgo de esterilizar con su fría razón la obra de arte, por lo que es necesario que el lector comprenda, aunque con ayuda de quien tenga particular experiencia, la obra de arte con su sensibilidad espontánea. Animado de una frescura nueva, este libro no demuestra una tesis, sino que expone en brioso y profundo razonamiento conceptos entrados ya en el patrimonio ideológico del «fin de siglo» afrontando decididamente la contradicción, pues el artista no debe quedar prisionero ni siquiera de su coherencia, y lo importante de un sabio no es su verdad, sino su vivacidad de ideas. La paradoja, que juega de continuo por entre las afirmaciones categóricas de Gilberto y Vivián, interlocutores del primer ensayo, que está en forma de diálogo, ha perdido en esta obra todo artificio, para convertirse en expresión de un estado de ánimo identificado en todo con la posición artística del autor. En el ensayo «Pluma, lápiz, veneno», Wilde traza el perfil de un curioso esteta criminal de principios de siglo, Thomas Griffiths Wainewright (1794-1847). Esta obra conserva un lugar notable en la literatura moderna por su actitud polémica dirigida a la exaltación de la belleza en toaos sus aspectos, y sobre todo de una poesía que es iniciación de nueva vida. [Trad. española de Julio Gómez de la Serna en Obras escogidas, tomo VI (Madrid, s. a.)].
B. Schick