[Imperialism kak noveichij etap kapitalisma]. En esta obra escrita en 1916 en Zurich, Lenin (Vladimir Oulianov, 1870-1924) intenta determinar las características económicas esenciales del nuevo capitalismo que apareció a principios del siglo XX. Basándose en una serie de datos estadísticos y en el análisis de diversos sociólogos, Lenin concluye que la libre competencia da lugar a la concentración, la cual produce, en un instante dado, el monopolio (trusts, cartels, etc.). Por doquier la concentración bancaria, y también la colaboración de la banca con las grandes empresas industriales y comerciales, conduce a la preponderancia del capital financiero y a la formación de una oligarquía, poco numerosa, pero extremadamente pujante, cuyo dominio se extiende a todas las facetas de la vida social. Lenin analiza particularmente el creciente papel que juega la exportación de capitales, que conduce directamente a la partición del conjunto del globo terrestre en «esferas de influencia». La formación de trusts y «cartels» internacionales, cuyos intereses están estrechamente ligados a los de los principales Estados capitalistas, suscita una tendencia a la paralización y el parasitismo. La determinación de precios por parte de los dirigentes de coaliciones monopolizadoras, aun hecha tan sólo con carácter temporal, lleva consigo, en efecto, la posibilidad económica de frenar artificialmente el progreso técnico. Del mismo modo, la posesión de ricos territorios coloniales hace desaparecer, hasta cierto punto, los estímulos que llevan al progreso, y permite el desarrollo de clases sociales no productivas, cuyo peso en la vida de un país acentúa el carácter parasitario del mismo. El superávit obtenido permite, según Lenin, corromper una minoría de la clase obrera, que se transforma entonces en el principal sostén de la burguesía. En efecto, es en el seno de esta clase obrera aburguesada — verdaderos «obreros comisionistas del capitalismo» — donde nacen y se desenvuelven las ideologías conciliatorias (u oportunismo) que intentan enmascarar o negar el hecho fundamental de la lucha de clases.
El objeto principal de la obra de Lenin es, en esta ocasión, combatir la teoría de diversos, autores socialdemócratas, especialmente Kautsky que afirma que el desarrollo del imperialismo conduce a un «superimperialismo», es decir, a la creación de un capital financiero internacionalmente unificado y dedicado a la explotación pacífica de todos los recursos del planeta. Pues, afirma Lenin, el desarrollo es siempre desigual: no existe un crecimiento igual ni en las empresas, ni en los trusts, ni en las diversas ramas de la industria, ni en los países. En consecuencia la repartición del mundo entre los principales países capitalistas — partición ya concluida en las vísperas de la primera guerra mundial — será necesariamente remitida sin cesar en la cuestión, a una nueva repartición, conforme con la nueva situación de fuerzas. Es así como las contradicciones del capitalismo revisten continuamente formas nuevas y llegan a ser cada vez más agudas y violentas. Se apreciará la importancia y fecundidad de esta idea si se considera que es la base de la tesis expresada por Lenin y recogida por Stalin contra Trotsky, según la cual resulta posible realizar la estructura socialista en un sólo país. Esta obra, escrita en una prosa clara y accesible, a pesar del carácter técnico de su materia, aporta, situando la cuestión en la línea de las obras de Marx y Engels, un positivo enriquecimiento y profundo análisis de la teoría económica del marxismo, en relación con la evolución de la sociedad moderna en los años inmediatos a la terminación de la primera guerra mundial. Se trata de un complemento indispensable de El Capital (v.).