[El libro del Maestro de Huai Nan]. Obra famosa de la literatura filosófica china, compuesta por Liu An, príncipe de Huai-nan (literalmente país al sur del rio Haui), sobrino de Wén Ti (179-155 a. de C.), primer emperador de la dinastía Han.
Según algunos (Wieger), la obra no es suya, pero el príncipe, ferviente taoísta, había adquirido, pagándolos, sus elementos a los filosófos y exorcistas taoístas que frecuentaban la corte. Sea como fuere, aunque desigual en su composición, representa en cuanto al pensamiento y en cuanto al lenguaje, la exposición más elevada que ha llegado hasta nosotros del taoísmo monista. También se ha observado que la doctrina del libro está en abierto contraste con la conducta de su presunto autor, el cual, lejos de adherirse al «wu wei» (no hacer) taoísta, fue hombre ambicioso e intrigante, tanto que; al ser descubierta una conjura que había urdido con su hermano para suceder al trono de los Han, fue obligado a suicidarse (122 a. de C.).
El libro, dividido en veintiún capítulos, es una recopilación de las discusiones acerca del «Tao» y sus virtudes, sostenidas por el autor con sus amigos: de ahí su falta de unidad y sus contradicciones; pero su estilo es bello y meditado. El Tao es interpretado (siguiendo a Lao Tzü y Chuang Tzü) como algo universal, eterno, infinito, absoluto, que tiene dos fases en su actividad, semejantes al Yin y al Yang en el I Ching (v.), esto es, la fase dinámica, que se manifiesta exteriormente (los fenómenos del universo), y la fase estática, que es la verdadera sustancia del universo, llamada no hacer (v. Tao Té Ching). Los seres del mundo se derivan todos de la misma sustancia (material) llamada «Ch’i» (literalmente «espíritu»): el hombre proviene de un «Ch’i» muy refinado, los demás animales del «Ch’i» menos refinado; así los diversos grados de refinamiento del «Ch’i» determinan los diversos grados de los seres. Esta teoría del «Ch’i» ha sido nuevamente tratada por los filósofos del tiempo de la dinastía Sung (960-1279), los cuales sostienen que la diferencia entre los hombres depende también del grado de refinamiento del Ch’i. Para Liu An no existe, pues, una diferencia sustancial entre seres vivos; el creador es comparable a un alfarero que modela la creta y forma diversos utensilios, son grandes o pequeños, bellos o feos; pero cuando estos utensilios son destruidos, se reducen otra vez a su estado original.
Por esto, todas las diferencias del mundo son siempre aparentes: joyas y piedras, riqueza y pobreza son, en el fondo, idénticos. Esta teoría se asemeja mucho a la del Chuang Tzü (v.), pero aquí hay algo personal; el hombre es un microcosmos: su cabeza es comparable al cielo, sus pies a la tierra, sus cuatro miembros a las cuatro estaciones, sus trescientas sesenta articulaciones a los trescientos sesenta días, su alegría y su cólera al calor y al frío, sus pulmones al aire, su hígado al viento, etc. La ética de Huai Nan Tzü es semejante a la de Lao Tzü y de Chuang Tzü, la cual propugna la ausencia de deseos, la indiferencia hacia los bienes del mundo, el rechazar la humanidad y la justicia que son degeneraciones de la conformidad con el Tao. Esta obra ofrece también el carácter de una enciclopedia, porque abraza en su exposición vivaz y brillante, todas las doctrinas de varias escuelas: confucionista, taoísta, jurista, militar, y a esto debe su gran interés. Pero sus principios fundamentales no trascienden nunca el límite de las doctrinas de Lao Tzü y Chuang Tzü. Cfr. E. Erkes, Das Weltbild der Huai–nan-tse, «Ostas. Ztschr.», V.; L. Lalov, Huai-nan-tse et la musique (T’oung-pao, 1914); H. H. Parker, Hwai-Nan-Tse, Philosopher and Prince, «New China Review», vol. I (1919). Véase también vol. II (1920).
P. Siao-Sci-Yí