Trabajo dedicado al estudio de la influencia de Horacio en las literaturas hispánicas, publicado en Madrid por el gran investigador y erudito español Marcelino Menéndez Pelayo (1856- 1912). Ya en 1878 el autor publicó en la «Revista Europea» cuatro estudios que luego formaron otro más extenso con el título Solaces bibliográficos. Pero a juicio del mismo Menéndez Pelayo, ésta fue obra «improvisada». El propósito de estos estudios era, como él mismo lo define: «estudiar analíticamente la influencia del lirismo latino en España, ya en sus traductores y comentadores, ya en las imitaciones directas o indirectas. De esta manera debía ser un trabajo preparatorio o colección de materiales para un capítulo de la futura Historia del humanismo español, que siempre traigo en mientes y a la cual no desespero de dar cima…». Y el autor afirma que lo publica porque sería lástima en el caso que no llegara a escribir este libro, que se perdiera el material que tenía recogido. Por esto, Menéndez Pelayo refundió y adicionó trabajos y los publicó en Madrid en 1885 con el título Horacio en España.
La edición va precedida de un prólogo de don Juan Valera en el que encomia las traducciones de Horacio hechas por Menéndez Pelayo, su «Epístola a Horacio» y el valor de esta obra como apología de la historia poética y cultural de España. Pasa luego don Juan Valera a estudiar las ideas poéticas de Menéndez Pelayo, y discute alguna de sus afirmaciones, así como algún punto de su ideología general, aunque siempre con respeto y admiración. La obra Horacio en España se divide en dos grandes partes: I «Traductores y comentadores» y II «La poesía horaciana». La primera se abre con la composición poética de Menéndez Pelayo «Epístola a Horacio» («Yo guardo con amor un libro viejo») y no es más que una selección de un más vasto plan de traductores que el autor quería destinar a la Historia del humanismo español. En ella el autor estudia los traductores por el siguiente orden: traductores castellanos, hispanoamericanos, portugueses, asturianos y catalanes. Al final de esta primera parte, el autor transcribe el famoso poema catalán de Miquel Costa i Llobera «A Horaci» (v. Poesías). La segunda parte de la obra, «La poesía horaciana», es la historia de los imitadores, especialmente castellanos y portugueses.
Para Menéndez Pelayo «poesía horaciana» es aquella «que fielmente se inspira en el pensamiento o en las formas del lírico de Venusa». Para el autor la imitación horaciana empieza propiamente con la canción «A la flor de Gnido» de Garcilaso. Después estudia la influencia en Portugal y América. En esta obra, junto a la anotación erudita, no falta nunca la valoración exacta y ponderada, como es frecuente en su trabajo de investigador. Pero en esta obra, a pesar de la acusación de «improvisada», el autor se volcó en espíritu, pues como acertadamente dice Valbuena Prat «El autor del Horacio en España es esencialmente el animador del pasado histórico y el valorizador crítico. Como humanista, su formación — y su devoción — es principalmente horaciana…» Y añade Valbuena que su horacianismo es la muestra de su limitación, y en ello tiene plena razón, por su sentido de lo clásico demasiado seco, demasiado estricto, de un exceso de clasicismo formal, que si bien le perjudicó en su obra de creación había de llevarle a realizar este trabajo tan decisivo para el estudio de nuestra poesía.