Con este título son generalmente conocidas las narraciones del escritor norteamericano Edgar Allan Poe (1809-1849), que, publicadas originariamente en diferentes revistas, fueron después reunidas en dos volúmenes: Narraciones de lo grotesco y lo arabesco [Tales of the Grotesque and Arabesque, Filadelfia, 1840] y Narraciones [Tales, Nueva York, 1845]. Traducidas por Baudelaire después de 1848 y presentadas al público francés bajo el título de Histoires extraordinaires y Nouvelles histoires extraordinaires, muy pronto se hicieron universalmente famosas.
Pueden dividirse en varios grupos. En algunas— casi todas juveniles—, el autor se deja llevar por una fuerte inclinación hacia la filosofía de la ciencia, que le conduce (capricho frecuente de la época) a relacionar todas las situaciones de sus cuentos, incluso las menos susceptibles de ello, con los principios de las diferentes ciencias: en las «Aventuras de un tal Hans Pfaal» [«The adventures of one Hans Pfaal»] nos cuenta el fantástico viaje que aquel personaje realiza en un globo por él construido, con el que llega a la luna; en «La noticia sensacional del globo» [«The Balloon-Goasc»] describe la travesía del Atlántico efectuada en tres días de tempestad, tripulando un globo cuya estructura se detalla minuciosamente; en el «Descubrimiento de von Kempelen» [«Von Kempelen and his Discovery»] va siguiendo los intentos de un alquimista que persigue transformar en oro metales de escaso valor; en «Una caída en el Maelstrom» [«A descent into the Maelstrom»], un marino, cuya barca se ve envuelta por un torbellino, se salva metiéndose en un tonel y dejándose llevar, confiando en el principio según el cual un cilindro que flota en un torbellino resiste más que ningún otro cuerpo la fuerza de la atracción; en «El manuscrito encontrado dentro de una botella» [«MS. Found in a Bottle»] el motivo científico de la exploración de las desconocidas tierras polares se funde con el elemento fantástico del buque fantasma, perpetuamente en equilibrio al borde del abismo; en «Revelación mesmeriana» [«Mesmeric Revelation»] y en «La verdad sobre el caso del señor Waldemar [«The Facts in the Case of Mr. Waldemar»] trata del problema del espiritismo y la posibilidad de mantener en vida, mediante el estado hipnótico, a seres que han muerto físicamente, rozando así el misterio del más allá.
De la metempsícosis tratan «Metzengerstein», historia de un caballo que renace merced a las llamas que destruyen una pintura y hacen morir en el fuego al nuevo dueño, y «Una aventura en las Ragged Mountains» [«A Tale of the Ragged Mountains»], en la cual el protagonista, paseando por los abruptos montes americanos, revive, en medio de una decoración oriental, la escena de la batalla en la que bajo otro nombre murió cien años antes. Un segundo grupo estaría compuesto por una serie de narraciones que podrían ser calificadas de «horror, pasión y terror»; a pesar de que el propio autor diga que «existen ciertos temas de interés, pero demasiado horribles para cumplir el fin de una legítima ficción», incurre en ellos de buen grado, como en «El entierro prematuro» [«The premature Burial»] que insiste en el terror de ser sepultado vivo, citando ejemplos y experiencias; en «El pozo y el péndulo» [«The Pit and the Pendulum»], morbosa descripción de los horrores de la Inquisición, en la que el condenado, tendido en el borde de un pozo, ve aproximarse, con el ritmo de un péndulo, el filo de una guadaña que le cortará el pecho; en «La máscara de la muerte roja» [«The Masque of the red Death»], alucinante visión de un macabro horror, en la que, al terminar una espléndida fiesta organizada por un príncipe que se ha retirado con su séquito a un castillo para huir de la peste que se cierne sobre el país, aparece el fantasma de la «Muerte roja» que, con su sola presencia, mata a todos los que habían pretendido eludirla. «Hop-Frog», el bufón, con un espíritu diabólicamente cruel, se venga de los palaciegos que se divertían a su costa, induciéndolos, mediante una trágica burla, a espolvorearse con resina, a la que luego prende fuego; el protagonista de El barril de amontillado [v., The Cask. of Amontillado], después de haber meditado largamente su venganza, empareda al que le ofendió en la pared de su bodega, adonde le ha atraído con la excusa de hacerle saborear un vino del que se dice experto conocedor.
«El espíritu del perverso» [«The Imp of the Perverse»] examina el espíritu paradójico del protagonista, que, después de haber cometido un delito perfecto, sin dejar rastro alguno, se siente obsesionado hasta el punto de que acaba por confesarlo; parecido espíritu es el que, bajo la forma de un gato negro, persigue al asesino de una mujer («El gato negro» [«The Black Cat»]), así como en «El corazón delator» [«The Telltale Heart»], donde el asesino confiesa su delito al oir latir el corazón de la víctima, sepultada bajo el pavimento. En «William Winson», el verdadero «yo», obsesionado por un sentimiento de culpabilidad, incapaz de soportar por más tiempo el peso de sus propios pecados y debilidades, concibe un doblé que será, al mismo tiempo, el instigador y el autor indirecto de todos sus males: motivo romántico que hallamos en Musset, Chamisso, Hoffmann y Wilde. En «El hundimiento de la casa Usher» [«The Fall of the House of Usher»], el horror proviene, ante todo, del ambiente, de la atmósfera que rodea al castillo como un vapor pestífero, por lo que la casa parece identificarse con el destino de sus habitantes, y con ellos desaparece en las turbias aguas de la laguna.
En otro grupo de narraciones vuelve con insistencia en el motivo del vampirismo femenino; la pasión es, para Poe, un sentimiento morboso, una necesidad de posesión que termina en el aniquilamiento y la muerte; en «Ligeia», símbolo de una voluntad exaltada sobre los límites del poder humano, los ojos de la mujer muerta reviven en los ojos de otra mujer; en «Berenice», la facultad de atención, anormal y morbosa, se concentra íntegramente en los dientes, hasta inspirar un macabro delito; en «Morella», una mujer se reencarna en el cuerpo de su propia hija. En «El retrato oval» [«The Oval Portrait»], un pintor mata inconscientemente a la mujer que adora, mientras le hace un retrato, sin advertir que para dar vida al cuadro la roba al original. «La cita» [«The Assignation»] es, con el romántico fondo de una noche veneciana, la historia de dos infelices amantes que, a pesar de vivir alejados, se envenenan a la misma hora. «La caja ovalada» [«The Oblong Box»] es el medio que emplea un marido enamorado para llevar consigo, a través de los mares, el cadáver de su esposa, hundiéndose con ella durante una tempestad. En «Leonora», el vampirismo inicial queda atenuado por un vivo sentido de la belleza de la naturaleza; parecido sentido es el que da origen a algunas narraciones en las que la obsesión parece mitigarse con la reposada descripción del paisaje, como en «La isla del hada» [«The Island of the Fay»], el «Castillo de Arnheim» [«The Domain of Arnheim»] y «La casa de Landor» [«Landor’s Cottage»].
Otras narraciones podrían calificarse de «grotescas», como «La noche mil dos de Scherezade» [«The Thousand and Second Tale of Scherezade»], en la que se demuestra que la verdad es más extraña que la ficción y que los modernos inventos y algunos fenómenos raros de la naturaleza pueden parecer inverosímiles a un espíritu ignorante, o «El sistema del doctor Alquitrán y del profesor Pluma» [«The System of Doctor Tar and Professor Feather»], en que nos describe, no sin un sabor de melancólica ironía, un manicomio en el que los locos hacen de médicos y los médicos son tratados como locos.
De tono burlesco son, a su vez, «Los anteojos» [«The Spectacles»], historia de un miope que, no queriendo pasar por tal, está a punto de casarse con su propia bisabuela; «El duque de l’Omelette», donde el protagonista, después de muerto, discute y acomete al diablo, terminando por volver a la tierra; «El diablo en el campanario» [«The Devil in the Belfry»], narración de un incidente insólito en una tranquila aldea de Holanda; «Tres domingos en una semana» [«Three Sundays in a Week»], narración que extrae su comicidad de la diferencia de latitudes.
En un último grupo de narraciones, la acción está vinculada a un ejercicio particularmente agudo y excepcional de la facultad analítica: en El escarabajo de oro [v., The gold Bug], la interpretación de un criptograma trazado sobre un trozo de pergamino permite descubrir un tesoro escondido. En tres de estas narraciones (las más célebres) aparece el policía aficionado Augusto Dupin (v.), quien con su aguda perspicacia logra resolver problemas aparentemente in- solubles: «Los asesinatos de la calle Morgue» [«The Murders in the Rué Morgue»] narra el asesinato de dos mujeres, que no consigue descubrir la policía, ya que han sido cometidos por un gorila; El misterio de Marie Roget [v., The Mystery of Marie Roget], historia de una muchacha misteriosamente desaparecida, y «La carta robada» [«The purloined Letter»], en la que, basándose en la paradoja, logra ocultar una carta poniéndola de manifiesto.
Poe pertenece, con Hawthorne y Melville, a aquel período de la literatura norteamericana, situado entre 1840 y la guerra de Secesión, en el que el espíritu del país buscaba e intentaba abrirse paso y transformar la experiencia en expresión, mediante la evasión, el dolor y la inquietud. De los tres, Poe es el que posee indudablemente un temperamento más turbulento y morboso: soñador y extraño a las pasiones corrientes, consigue crearse un mundo irreal en el que el horror fantástico no excluye la lucidez, que expresa perfectamente con su admirable estilo, puro y atrevido, «apretado — dice Baudelaire — como las mallas de una armadura». Una facultad de análisis, vigorosa y minuciosa, se une en él a una imaginación maravillosamente fecunda; y en sus narraciones, oscilando entre la sombra del misterio y el análisis de los detalles, se muestra su capacidad de dar vida y expresión a aquellas oscuras regiones que se extienden desde los extremos límites de lo probable a los misteriosos confines de la superstición y de la irrealidad. [Trad. española anónima (Madrid, 1859); de M. Cano y Cueto (Sevilla, 1871); de Enrique Leopoldo de Verneuil (Barcelona, 1887) siempre con el título de Historias extraordinarias. Trad. de J. B. Ballester con el título Narraciones extraordinarias (Barcelona, 1906). Trad. catalana de Caries Riba (Barcelona, 1914, y reimpresa posteriormente muchas veces)].
Como nuestro Eugène Delacroix, que supo elevar su arte a la altura de la gran poesía, Edgar Allan Poe gusta agitar sus figuras sobre fondos violáceos y verdosos, que denotan la fosforescencia de la putrefacción y el presentimiento de la tempestad. (Baudelaire)
Poe es un científico, más que un artista; analiza su «yo» como un científico descompone una sal. Es el suyo casi un análisis químico del alma y la conciencia, mientras el verdadero arte se mueve siempre sobre el doble ritmo de la creación y la destrucción. Por ello Poe llama a sus cosas, que son una concatenación de causa y efecto, «narraciones». Pero sus fragmentos mejores no son narraciones, sino algo más: terribles historias del alma en curso de desintegración. (D. H. Lawrence)
Todo ello no será sino decadentismo, pero de calidad atrevida. Y si en la inestable y vaga región de este llamado «decadentismo» existe una jerarquía, podemos asegurar que, por la excelencia de parte de la obra y su vertiginosa calidad de inventiva, así como también por esa alucinante cohesión vivida, que es por añadidura un elemento artístico, corresponde a Poe el título de altísimo y envidiable, de príncipe de todos los buenos decadentes. (E. Cecchi)
Extraño a los afectos y las pasiones humanas, no compartiendo ninguno de los instintos fundamentales, de los afanes y esperanzas del espíritu del hombre, ¿qué le queda sino la excitante atención que se le puede conceder en una hora de insomnio? (L. Lewisohn)
Tuvo razón Paul Valéry en reconocerle el genio de las matemáticas, sin que por ello se le deba comparar a un Henri Poincaré o a un Einstein. Las matemáticas de Poe son mixtificadoras y ocultas. Son las que hacen ganar partidas de ajedrez con los ojos vendados o descubrir tesoros por vía demostrativa. En Francia se le pone demasiado en oposición a su país. Poe es muy americano. Tiene todas las características del ingeniero, del «detective», del inventor de máquinas… Su obsesión por el cálculo, su afición a la mixtificación, su humor ácido son americanos: Bamum y Edison en una pieza… Posee, a fondo, el arte del «bluff» y de la «rédame». Se lanza al asalto de lo fantástico, como un día lo hizo el doctor Cook a la conquista del Polo. Para contar su empresa no necesita haber llegado a la meta. La ha visto antes de alcanzarla. Hacerla ver a los demás es sólo cuestión de habilidad demostrativa. (R. Michaud)