[Des christlichen Teuschen Gross-fürsten Herkules und der bömischen Königlichen Frl. Valiska Wundergeschichte]. Novela del escritor alemán Andreas Heinrich Bucholtz (1607-1671), dividida en dos libros y ocho partes, aparecida en 1659.
Representa la reacción, según se declara en la «Admonición», contra el «escandaloso libro de Amadís»; es decir, la reacción contra la literatura alemana eróticosentimental que dominaba por aquél tiempo, siguiendo el ejemplo francés. El intento del autor es, por lo tanto, moralizador y edificante: propugna la «restauración del sentimiento, tal como se ofrece con la lectura de historias graciosas, pero mezclado siempre con pensamientos decorosos»; también quiere que «las almas devotas encuentren en la lectura frecuente ocasión de elevar sus suspiros al cielo, para que la conciencia terrena no se olvide demasiado de la caducidad de los bienes humanos, ni conceda un puesto demasiado grande a los placeres». A este intento moralizador se añade otro patriótico: el derecho de reivindicar la Alemania de los antepasados, hombres de valor.
La acción, que se desarrolla en el siglo III, tiene por fondo la caída del reino de los Asárcidas a manos de los Sasánidas: es la historia, llena de aventuras e intrigas, del príncipe Hércules, que al volver de las guerras de Suecia, en las que ha combatido junto a su primo Ladislao, príncipe de Bohemia, va a casa de los padres de éste y se enamora de Valiska, hermana de Ladislao. Raptado en una selva por bandidos pannones, es liberado por los soldados romanos y llevado a Roma, donde, reducido a la condición de esclavo, se convierte al cristianismo. Ladislao logra liberarlo y después intenta en vano hacerlo volver a la religión pagana: Hércules continúa siendo cristiano. Y cristianamente se casa, por fin, con Valiska. Hay en esta obra, a pesar del ambiente pesimista de la Reforma, el germen de la «novela de Estado», como será después la típica novela barroca; pero hasta la misma trama, demasiado imperfecta, y sobre todo las intenciones edificantes en sentido exclusivamente luterano, con el gastadísimo elemento de la magia diabólica, le dan un carácter menos político que moralizador y religioso.
S. Lupi