Pequeño poema bizantino, en griego vulgar, que se ha conservado en tres redacciones diferentes y de varia extensión. La más reciente es del siglo XVII. Su metro es la octava trocaica, no muy difundida en la literatura bizantina, pero no obstante común en otras obras semejantes.
Un viejo, que vive lejos de la ciudad de Constantino, se ha enriquecido considerablemente y vive con toda holgura con sus hijos e hijas, cuando una correría de los árabes le priva de todos sus bienes. Obligado por la necesidad y por el hambre, ruega a sus hijos que se decidan a venderlo como esclavo en Bizancio, donde él procurará hacer fortuna. Los hijos, aunque de mal grado, obedecen y lo llevan encadenado al tesorero del emperador, diciendo que el esclavo es poseedor de un arte valioso: conoce a los hombres, las piedras preciosas y los caballos. Se cierra el negocio. Poco tiempo después es requerido el viejo para que pruebe su sabiduría. El emperador había adquirido una piedra preciosa y la somete al juicio del sabio esclavo. Éste le dice que no vale nada porque dentro de ella se encierra un gusano. Los hechos confirman la afirmación del viejo y le ganan la estimación del emperador, al mismo tiempo que le proporcionan una mejora en su alimentación. En otra ocasión demuestra su conocimiento de los caballos, conquistando todavía más la confianza del emperador, que ahora le llama para que dé su opinión sobre su prometida, con la que tiene el propósito de casarse.
El viejo demuestra una vez más su ciencia infalible: la mujer es de origen humilde e hija de un musulmán, respuesta que también resulta verídica. Picado por la curiosidad, el emperador le pide que le hable de su propio origen. Después de resistirse, el esclavo manifiesta al emperador que es un bastardo y que la emperatriz lo tuvo de un vil esclavo. Interrogada la madre del emperador ésta confiesa que es la verdad. El emperador entonces, en vez de castigarlo, lo colma de bienes. Toda la narración tiene un sabor oriental y probablemente está inspirada en una fuente hindú. Debió de penetrar en el ámbito bizantino en tiempos bastante remotos, ya que Gautier d’Arras, en el siglo XII, conoció una redacción bizantina más antigua, hoy perdida, que utilizó para su poema épico Heraclio (v.), y de una redacción semejante derivan el cuento ruso de Iván y el cuento turco del sultán bastardo. El poema está, en general, transido por una fragancia y una ingenuidad propias de la literatura popular, y es también importante desde el punto de vista lingüístico, especialmente porque la comparación de las tres redacciones refleja la evolución de la lengua popular y permite apreciar cómo eran adaptadas obras más antiguas al gusto de los distintos tiempos.
S. Impellizzeri