[Histoire des origines du Christianisme]. Amplia recopilación de ensayos históricos de Ernest Renán (1823- 1892), publicada de 1863 a 1883. La reconstrucción histórica y biográfica que, directamente inspirada en los Santos Lugares, había informado la Vida de Jesús (v.) conduce también a la composición de los restantes volúmenes que constituyen esta Historia: Les Apotres (1866), Saint Paul (1869), L’Antéchrist (1873), Les Évangiles (1878), L’Église chrétienne (1879), Marc Auréle (1881) y, particularmente los dos primeros títulos forman en realidad la continuación de la Vida de Jesús. Interpretada humanamente la figura del Salvador, el historiador examina la obra de los hombres que divulgaron la buena nueva y, en particular, la figura de San Pablo; pero el tierno escepticismo de la biografía de Cristo resulta de muy dudoso valor para estudiar los problemas del cristianismo primitivo; aquí la sutileza psicológica es dañina, y sin describir la dramática situación de la sociedad griega y romana del siglo I de nuestra era, reduce a figurillas sin importancia incluso a los apóstoles, considerados como personas carentes de toda cultura.
Especialmente con el Apóstol de las Gentes, Renán no valora su exaltada conciencia de intérprete de la Buena Nueva, y lo trata con amables descripciones más dignas casi de una novela que de una investigación histórica. Parece en substancia que al autor se le escapa el valor originario del cristianismo, en su sentido divino y en su inmediata posición frente al judaísmo y al mundo mediterráneo helénico. Sin embargo, las amplias descripciones, abundantes de lugares y de figuras, dan a estos libros un carácter singular que reconduce al lector al famoso volumen inicial. Las posibilidades científicas y artísticas del autor se advierten también en los volúmenes que siguen y cierran la obra, dándole un significado verdaderamente monumental: el intento de explicar la génesis de la civilización moderna. El Anticristo presenta, con sorprendente viveza, la figura de Nerón, amante de las artes y de las bellas formas; la vida de la Roma imperial está analizada con sagacidad en sus corrupciones, en su drama espiritual, en sus figuras malsanas e íntimamente atormentadas. La investigación de las fuentes y la comparación de las corrientes religiosas del cristianismo en su primera divulgación y consolidación, se sistematizan en el Evangelio y en la Iglesia cristiana; pero el examen de la visión del mundo de la primera sociedad cristiana se pierde a menudo en el conflicto entre la historia y la leyenda, y en la tentativa de fijar la substancial experiencia de una religión se descuida el anhelo que brilla en los mayores espíritus de la época. Más a sus anchas se siente el autor en Marco Aurelio: por la pintura garbosa de un hombre de bien, estoico en filosofía y virtuoso en la vida pública y privada, bastante significativo para indicar incluso con ironía cómo el hombre puede ser fiel a su ideal de cordura.
El interés por un asunto tan amplio confirma que Renán, en estos estudios, veía el núcleo de los problemas modernos, pero al afirmar la necesidad de una experiencia religiosa, la reduce a menudo a elemento social, privándola de la espontaneidad que es propia de la vida del espíritu. Pasando de una original fe en la ciencia para terminar en una escéptica valoración de los elementos probables o plausibles, ya la lenta elaboración de la obra, terminada en 1883 con un útil «índice», testimonian la blanda concepción del escritor, demasiado abandonada algunas veces a la fluidez de sus narraciones y al vivo dibujo de sus figuras ambientales.
C. Cordié
Exquisito pintor de paisajes, agudo analista de almas, pensador profundo: son éstas las dotes y seducciones que nadie niega a su obra. Pero es injusto querer ver en él sólo un incomparable narrador, un aficionado prestigioso, el mayor prestidigitador del espíritu que ha existido. Los que sólo se divierten con su obra, no la han comprendido o no han querido tomarse la molestia de hacerlo: pues sólo por incurable ligereza o por prevención puede uno llamarse a engaño. (Lanson)
Por sí solo, Renán representa, como Port- Royal, en mitad de un siglo, un mundo complejo donde se cruzan todos los caminos, donde las revoluciones de la ciencia, de la moral, de la política, de la religión, reciben una expresión y una resonancia literarias, se hacen sensibles, vivas, populares, crean un estilo. (Thibaudet)