[Storia dei Mussulmani di Sicilia]. A esta obra, Michele Amari (1806-1889) dedicó incansablemente sus más asiduos cuidados hasta el día de su muerte. Fue publicada en Florencia entre 1854 y 1872. seguida por su justificación documental, la Biblioteca árabe-sícula, publicada en 1881. Consciente del progreso de los estudios islámicos, y especialmente descontento de ciertas partes, el autor, ya anciano, empezó a preparar los materiales para una segunda edición. Acercándose el día de su fin, Amari encargó a Oreste Tommasini, historiador, y Celestino Schiaparelli, arabista, que continuaran su obra.
Al morir, al cabo de treinta años, también estos dos estudiosos, Giorgio Levi della Vida (n. 1886) y Cario Alfonso Nallino (1872-1938)—y especialmente este último — terminaron la reciente edición, publicada en Catania entre 1933 y 1939. Nacida, al igual que la Guerra de las vísperas sicilianas (v.), de un profundo sentimiento patriótico, el dominante interés filologicoerudito no consiguió darle esa unidad que la pasión de la libertad y de la independencia había dado a aquélla. Además, la obra va mucho más allá de su intento: en efecto, no se limita a las vicisitudes de los musulmanes de Sicilia, sino que abraza casi todo el mundo árabe que se asomó al Mediterráneo, y no se interesa sólo por la historia política, sino que trata también de las instituciones, la vida económica, la cultura científica, literaria y religiosa. La amplitud del cuadro y la riqueza de la materia confieren a la obra ese aspecto fragmentario y desparramado que deja al lector con una cierta insatisfacción, por más que admire la abundancia de fuentes narrativas y documentales y la solidez de la doctrina. Pero más que en los detalles, el motivo de esta insatisfacción hay que buscarlo en los criterios historiográficos que inspiran la obra, por los que el autor nos parece hoy bastante retrasado respecto de sus tiempos, en que la historiografía romántica floreció como nunca.
A mediados del siglo XIX, Michele Amari sigue siendo un «ilustrado» tardío, en el que los problemas y las experiencias del Risorgimento se mezclan de un modo curioso: su conciencia es incapaz de renunciar, frente al choque de las recientes experiencias, a los antiguos ideales. Mente cerrada a la comprensión de los problemas religiosos, a pesar de su clara visión realista que constituye el mérito de sus mejores páginas, debía quedar demasiado por debajo de esa síntesis histórica en que los intereses individuales del espíritu humano se resuelven en providencial armonía.
G. Franceschini