Son antiquísimos los primeros intentos dirigidos a sistematizar la historia literaria griega, incluyéndola en el esquema genealógico, a que tan aficionados eran los primeros biógrafos, como Stesimbroto y Damastes. La sofística perfeccionó esta investigación historicoliteraria ajustándola a las exigencias pedagógicas, de modo que a las escuelas socrática, platónica y aristotélica, cuando organizaron la cultura literaria de la sociedad de su tiempo, no les quedó otro trabajo que el de traducir en hechos todo lo que la tradición oral, la historiografía genealógica y las crónicas políticas habían legado. Por esta obra de codificación de una tradición precedente se hicieron famosos los eruditos educados en el seno o al margen de las escuelas filosóficas: Heráclides del Ponto, Teofrasto, Dicearco, Jerónimo de Rodas, Clearcos de Soli, Demetrio Falereo, Aristóxeno, Praxifanes y Sátiro. Herederos de los filósofos son los filólogos, divididos en dos grupos que presiden dos bibliotecas y dos cortes: la atálica, de Pérgamo, y la tolemaica, de Alejandría.
Pero los de Pérgamo, más líricos y brillantes, fueron menos fecundos y dejaron escasas huellas en la historiografía literaria. En cambio, fueron más constructivos y pacientes los alejandrinos, que, forzados por las exigencias de su biblioteca a sistematizar millares de volúmenes, recurrieron a la formación de cuadros, en los cuales aparecían los escritores de prosa y verso, divididos según el género que cultivaban y nombrados por orden alfabético, cronológico o de importancia. Sobre el esquema pinacográfico trabajó toda la Antigüedad, construyendo cánones de poetas y prosistas, agrupando nombres y títulos según criterios más propios de la bibliotécnica que de una efectiva historia literaria: a ésta tendía en cambio la literatura exegética de los comentarios, perpetuada a través de los escolios bizantinos, gracias a la mención de datos biográficos, a veces anecdóticos, de los escritores estudiados, y gracias a la costumbre de hacer preceder la edición de cada texto de una breve noticia biobibliográfica. Por ello una copiosa y fácil cosecha de noticias nos ha sido legada por los compiladores bizantinos de repertorios lexicográficos y biográficos, los cuales, como Suidas (siglo X) en su Léxico y Eudocias (hacia el siglo XI) en su Violarium, atesorando cuanto habían leído o aprendido de los escritores clásicos, ordenaron y desordenaron, según ideas preconcebidas, la historia de la literatura griega fragmentada en numerosas y brevísimas biografías.
De igual modo que los antiguos griegos, los bizantinos no tuvieron de la historia literaria otro concepto que el áridamente cronológico, ideográfico y biográfico, que impide la visión conjunta de los fenómenos históricos. Al caer Bizancio (1452), y llegados a Italia como propagadores del helenismo, los eruditos refugiados no pudieron infundir en los humanistas italianos lo que a ellos mismos les faltaba: el sentido historicocrítico de la literatura helénica. Se demoró así en Occidente el nacimiento de la primera historia literaria hasta el 1545, es decir, hasta que Giglio Gregorio Giraldi (1478-1552) ofreció con sus veinte diálogos La historia de los poetas griegos y latinos [De historia poetarum tam graecorum quam latinorum] que, como producto de un humanismo tardío, señaló el comienzo de los estudios más analíticamente críticos; Francesco Patrizi (1529-1597) publicó algunos decenios más tarde, en un prefacio a su escrito Sobre la Poética (Ferrara, 1586), un ensayo histórico acerca de los poetas griegos, mientras en 1624 aparecía la obra, todavía hoy fundamental, de Gerhard Johannes Voss (1577- 1649) titulada Los historiadores griegos [De historiéis graecis]. El siglo XVIII registra la primera gran colección bibliográfica, La Biblioteca griega [Bibliotheca graeca] (Hamburgo, 1705), de Juan Alberto Fabricius (1668-1736), obra que corona toda una seria y concienzuda labor de investigación bibliográfica durante tres siglos de humanismo.
Pero la gran actividad crítica, sobre la historia de la literatura griega nace verdaderamente en el siglo XIX, gracias a la confluencia de dos intereses independientes: el histórico, sobre la cuestión homérica, estudiada como problema cardinal de la historia de la humanidad y de la cultura moderna, y el estetizante de los críticos románticos, que creyeron descubrir en la griega la única literatura verdaderamente primigenia y original, opuesta a la latina, de imitación y reflexión y, en consecuencia, más floja y retórica. A la orientación historicista, cuyo propugnador principal había sido Gian Battista Vico (1668-1743), pertenece Friedrich August Wolf (1759-1824) con sus Prolegomena ad Homerum (1795), mientras pertenecen a la estetizante todo el grupo de los románticos, a cuya cabeza figuró Friedrich Schlegel (1772-1829) y su Historia de la epopeya griega [Geschichten des griechischen Epos (1794-1802)], el cual dedicó gran parte de sus escritos juveniles al estudio del griego.
De esta nueva visión del helenismo, limitada a la épica, tomaron su orientación los historiadores franceses y alemanes que dedicaron su actividad a la justa revaloración de toda la literatura, y así surgieron la Historia de la literatura griega [Histoire de la littérature grecque (1813)], de F. Schoell; los Fundamentos de la literatura griega [Grundriss der griechischen Literatur (1836)], de G. Bernhardy; la Historia de la literatura griega [Geschichte der griechischen Literatur (1841)], de K. O. Müller; la de Th. Bergk (Griechische Literatur geschichte, 1872), y la de K. Ksittl (Geschichte der griechischen Literatur, 1884). De toda esta producción se diferencian dos obras, aparecidas en el mismo año en Francia y alemania, que se contraponen, la una por la agudeza y la bondad de sus juicios, y la otra por la riqueza de los materiales recogidos; la primera, de los hermanos A. y M. Croiset (Histoire de la Littérature grecque, 1888), y la segunda de Christ, ampliada por Schmid y Stáhlin (Geschichte der griechischen Literatur, 1888).
F. Della Corte
* La Historia de la Literatura griega, de Alfred (1845-1923) y Maurice Croiset (1846-1935) es famosa por su carácter científico y, a la vez, literario. Fue publicada entre 1887 y 1889. Sus autores se propusieron dar una visión clara y panorámica de una cultura literaria considerada en su unidad espiritual y en su variedad de caracteres y pasiones. En los diversos volúmenes. Maurice trata de la epopeya, del drama, de la comedia nueva y de la literatura del Imperio, mientras Alfred se ocupa de la lírica y de los orígenes de la prosa, de la prosa ática y jónica y de la literatura alejandrina. La rica sensibilidad de los dos hermanos se funde limpiamente en la redacción: los poetas son interpelados como voces de unas sinfonía única, la del espíritu griego, y si con vigoroso examen son discutidos y revividos íntimamente el mundo de los trágicos, la lírica de Safo y la risa de Aristófanes, por otra parte, la línea conjunta de la narración permite comprender el valor de una tradición predominantemente unitaria. En efecto, la empresa de los hermanos Croiset se apoya en la existencia de una «historia» continua: cierto que las obras y los autores parecen vivir por sí mismos en la potencia de la creación hasta alcanzar a veces el símbolo de un mito, pero debe observarse que solamente encuentran su vida en la atmósfera de la nación. La estructura general de la obra (en la que aparecen manifiestos los ecos de un sentimiento romántico, a la manera de Michelet, al aceptar la idea viquiana del retorno de los ciclos históricos) confirma la necesidad de superar el fragmentismo de los estudios filológicos, con frecuencia meramente textuales o gramaticales; las páginas que tratan de cada uno de los poetas y escritores confirman el vigor de las investigaciones y la agudeza del juicio estilístico y estético. Esta Historia, instrumento fundamental de cultura, mantiene todavía hoy su renombre por la soltura de su estilo y la precisión del análisis. El feliz equilibrio de ambos estudiosos destaca asimismo en la reducción escolar, aunque no menos científica, del Manual de historia de la literatura griega [Manuel d’histoire de la Littérature grecque], publicado en 1900.
C. Cordié
* Aparte algunos manuales didácticos y varias monografías que no se caracterizan por la severidad crítica y una información completa, la bibliografía italiana sobre el tema no empieza hasta la aparición de dos historias de la literatura griega que verdaderamente se han impuesto y logrado autoridad, siendo objeto de continua lectura y fecundas discusiones: la de Wilamowitz-Moellendorff, La literatura griega de la Antigüedad [Die griechische Literatur im Altertum, 1905] y la rebosante de experiencia espiritual y cultural, de W. Jaeger (Paideia, 1935), surgidas ambas de las aulas académicas de la Universidad berlinesa. Italia ha contribuido mucho a los estudios de literatura griega, tanto en la segunda mitad del siglo XIX como en la primera del siglo actual. En el pasado siglo, como sucede en toda la filología europea (y decimos europea por cuanto la producción americana no es sino una provincia de la posición inglesa), también la filología italiana se mantuvo en gran parte ligada al rigorismo metódico de la filología germánica (véase M. Valgimigli, Los estudios de la filología clásica en Italia, en el «Giornale critico della filosofía italiana», 1926), y cuando intentó emanciparse se dejó llevar por viejos prejuicios retóricos de un falso humanismo estetizante y charlatanesco. En el siglo XIX, en Italia, influyeron también sobre los estudios de literatura griega las corrientes fecundas y vitales del historicismo idealista. Investigadores opuestos y diversos, como Pasquali ,y Valgimigli, Perrotta y Rostagni, si no llegaron a escribir una historia completa y sistemática de la literatura griega, prepararon con múltiples estudios y ensayos las condiciones ideales para las futuras investigaciones.
F. Della Corte
* Entre los tratados de historia de la literatura griega traducidos de otros idiomas o redactados directamente en español, cumple destacar: A. Pierron: Historia de la literatura griega (trad. de M. Busquets. 2 vols. Barcelona, 1861); Müller y Heitz: Historia de la literatura griega hasta la época de Alejandro (trad. de R. de Hinojosa. Madrid, 1889); G. Murray: Historia de la literatura clásica griega (trad. de Enrique Soms. Madrid, 1899); Caries Riba: Resum de literatura grega (Barcelona, 1927); Norwood y Wight: Escritores de Grecia y Roma (trad. de M. Martínez Amador. Barcelona, 1928); W. Nestle: Historia de la literatura griega (trad. de Eustaquio Echauri. Barcelona, 1930); Schòkel: Historia de la literatura griega y latina (Santander, 1945); Cataudella: Historia de la literatura griega (trad. de Ana M.a Saavedra. Barcelona, 1954); y la traducción de la obra de J. Girard: El sentimiento religioso en la literatura griega desde Homero hasta Esquilo.