Historia de la Astronomía, Jean-Christian Hoefer

[Histoire de l’Astronomie depuis ses origines jusqu’a nos jours]. Obra del quí­mico francés de origen alemán Jean-Christian Hoefer (1811-1873), publicada en París, en 1873, como parte de la Histoire Universelle en la colección Duruy.  El volumen, de 631 páginas, contiene cinco libros divi­didos de esta manera:

Lib. I. «Origen de la ciencia en tres capítulos»: 1, Función y realidad; 2, La curiosidad frente al cielo; 3, Adquisición natural de los primeros datos de la astronomía.

Lib. II: cap. 1, Chinos; 2, Hindúes; 3, Caldeos; 4, Orígenes de la Astrología; 5, Fenicios; 6, Hebreos; 7, Egip­cios.

Lib. III. «Astronomía griega»: cap. 1, Jonios; 2, Pitagóricos; 3, Eléatas; 4, Ato- mistas; 5, Calendario griego; 6, Academia de Platón; 7, Aristóteles y discípulos; 8, Alejandría; 9, Arquímedes y otros; 10, Socígenes, Calendario romano, reforma julia­na; 11, Tolomeo; 12, Astrónomos posteriores a Tolomeo; 13, Escuela de Atenas; 14, Es­cuela bizantina.

Lib. IV. «Astronomía ro­mana, árabe y occidental»: Cap. 1, Astro­nomía romana; 2, Astronomía árabe; 3, Astronomía de la Edad Media en Europa..

V. «Astronomía moderna»: Cap. 1, Copérnico; 2, Calendario gregoriano; 3, Tycho Brahe; 4, Kepler; 5, Galileo; 6, Adversarios de Copérnico, de Kepler y de Galileo; 7, Newton; 8, Progreso de la Astronomía des­de la mitad del siglo XVII a la mitad del siglo XVIII; 9, Progreso hasta nuestros días; 10, Nuestro mundo: la Tierra, la Luna, el Sol, Planetas, Cometas, etc.; 11, El mundo de los universos lejanos, estrellas nebulo­sas; 12, Cuestión de la habitabilidad de los cuerpos celestes.

En el libro I critica Hoefer la hipótesis absurda de Bailly, ya re­futada por Delambre, del origen de la as­tronomía a partir de una civilización le­gendaria como la de la Atlántida, y en cam­bio sostiene que ese origen se remonta a las observaciones rudimentarias de los pueblos primitivos, los cuales enlazan tradicional e históricamente en el curso de los siglos con la civilización actual: «poner a un salvaje — dice Hoefer — en presencia del Cielo . y de la Tierra e interrogarle sobre lo que piensa sobre ellos, y buscar el origen de la ciencia». He aquí el punto luminoso que nos servirá de guía; y de este modo Hoefer llega a la adquisición natural de los pri­meros datos astronómicos.

En el libro II, en sólo 32 páginas (pocas realmente), resume la astronomía prehelénica; en cuanto a la China, resume: «A no ser por la llegada de los jesuitas a la China, los astrónomos de aquel país hubieran seguido siendo menos instruidos que el último de nuestros niños de la escuela. ¿Podían ser más instruidos 3.700 años atrás, bajo el reinado de Tehon- Kong? Se puede no adelantar o quedar es­tacionario en una ciencia, pero retroceder una vez que se le ha dado el impulso para seguir adelante, es imposible»; Hoefer con­futa una vez más la opinión optimista de Bailly acerca de la astronomía hindú y pre­fiere las conclusiones negativas de Delam­bre. Más positivo y seguro es el conoci­miento de los caldeos (asirios, babilonios), a los cuales Hoefer hace remontar los orí­genes de la astronomía de observación y medida. Casi no dice nada de la contribu­ción de los fenicios y de los hebreos; y lo que dice de los egipcios es muy discutible.

El libro III, de la astronomía griega, co­mienza con la escuela jónica y los nom­bres de Tales, Anaximandro, Anaximenes, Ferácides, Jenófanes, Anaxágoras, esto es, con aquella escuela de la cosmogonía, y de la física, que constituye un período de pre­paración que se desarrolla en los capítulos 2, 3, 4, 5 y se cierra en los capítulos 6 y 7 con la Academia y con Aristóteles. La historia de la verdadera astronomía de ob­servación y posición, con métodos e ins­trumentos que preludian el período moder­no, se abre con la escuela alejandrina y los nombres de Arístilo, Timocaris, Aris­tarco, Eratóstenes, Hiparco, y se cierra con Tolomeo. Es éste un período al cual Hoefer dedica 147 páginas, y termina con los pos­teriores a Tolomeo, hasta la escuela bizan­tina. También a este libro se le puede ob­jetar una exposición demasiado sucinta, pero dada la extensión de toda la obra, el resumen está claramente desarrollado.

En el libro IV, después de breve atención a la astronomía romana, pasa a la astronomía, mucho más importante, de los árabes, y en unas veinte páginas recuerda las escue­las de Bagdad, de El Cairo y marroquí (y de Toledo), la persa y la mongólica; ter­minan con Oloug-Bey los trabajos astro­nómicos del mundo islámico oriental. La escuela de Occidente es rápidamente reco­rrida por toda la Edad Media, hasta Regio- montano.

En el libro V, el más largo (167 páginas), termina con la producción mo­derna, a la cual han contribuido los más grandes nombres de la ciencia. En con­junto, a pesar de su pequeño volumen, esta obra es una reseña bien coordinada de la evolución de la astronomía. Son frecuentes las referencias a los descubrimientos y a los trabajos más importantes, a los métodos y a los instrumentos de investigación, a los resultados de las observaciones y al pro­greso en la determinación de las varias constantes astronómicas, con una suficiente bibliografía sobre los diversos temas. En comparación con la historia de la astrono­mía de Bailly, ésta de Hoefer señala un progreso por lo racional de la exposición, sin descuidar la claridad del texto, asequi­ble para el lector medio.

P. Pagnini