Tres himnos de Cayo Mario Victorino, retórico africano del siglo IV, que vivió en Roma, convertido al cristianismo y famoso como precursor e iniciador de San Agustín. Estos himnos no obedecen, a leyes métricas o rítmicas, sino que siguiendo los salmos, obedecen las del paralelismo. El primero es una invocación a las tres personas de la Trinidad, concebida según la doctrina ya expuesta por el autor en el relato Contra Arrio (v.); el segundo es una apasionada invocación a la piedad de Cristo; el tercero un himno triunfal en honor de la Trinidad, que concluye con una breve y conmovedora plegaria. La forma es nueva y original, así como la concepción de las composiciones, destinadas a tener gran fortuna entre los poetas cristianos medievales; entre ellos se desarrollan ampliamente aquellos brotes líricos místicos que ya se observan en algunos pasajes del tratado filosófico Contra Arrio. Igualmente, la concepción filosófica de la Trinidad y la doctrina sobre la relación entre las tres personas divinas, son las mismas que se encuentran en las numerosas obras teóricas de Victorino, de modo que parecen absolutamente infundadas las dudas sobre la autenticidad de los himnos; por último la terminología es la característica de Victorino; son bastante numerosos los neologismos abstractos y los helenismos; la sinceridad de la fe y el vuelo místico dan vida poética y calor de plegaria al tema teológico y metafísico.
E. Pasini