[Risāla fī-tadbīr al-mutawahhid]. Obra de filosofía y ética del primer notable filósofo árabe español, Ibn Bāyya o Avempace (finales siglo XI- 1139), nacido en Zaragoza. En un marco aristotélico, esta obra es claramente platónica e inspirada en las «ascensiones» del Banquete (v.) de Platón.
Enseña cómo el hombre «solitario», sin apartarse de la sociedad, participando de lo bueno que hay en ella, pero huyendo de sus vicios, puede llegar, pese a los obstáculos de la vida social y mediante el gradual desarrollo de sus facultades mentales, a conseguir la unión con el «intelecto activo», grado supremo de la felicidad. Unos extractos de la misma en hebreo, obra de Mošé de Narbona (siglo XIV), nos permiten reconstruir su esquema. El autor empieza estableciendo dos clases de acciones: animales y humanas, caracterizadas las segundas por el libre albedrío y la reflexión. Primer paso y peldaño ascensional es que las acciones sean completamente humanas, obedeciendo solamente a las órdenes de la libre voluntad iluminada por la razón. Para hacerlas sobrehumanas, divinas, hay que buscar el contacto con los seres espirituales que por una escala ascensional avanzan por grados distintos de inmaterialidad: desde las ideas del alma individual hasta el «intelecto actual», sobre el cual existen solamente las substancias espirituales, formas de los cuerpos celestes, pero que no guardan ninguna relación, aparte su importante función cósmica, con la excelencia moral del hombre. Desde las ideas, más tarde, ascender a las ideas de las ideas, y desde éstas a las ideas abstractas; y por fin a la pura forma del «intelecto activo»: éste es el itinerario de la perfección. Ya que, una vez en contacto con el «intelecto activo», la mente se convierte en un «intelecto adquirido», uniéndose a aquél.
La doctrina de la unidad de los intelectos humanos, desarrollada más tarde por Averroes, ya se encuentra aquí apuntada. San Alberto Magno y Santo Tomás de Aquino conocieron las enseñanzas de Avempace a través de su discípulo y admirador Averroes, quien a menudo le recuerda, aunque sin ahorrarse alguna que otra crítica. Carácter general de la obra: misticismo con tendencia al panteísmo, en un cuadro de una especie de utopía social, sobre una trama metafísica platónica. [Trad. de Miguel Asín Palacios (Madrid-Granada, 1946)].
G. Pioli