Obra del humanista español Elio Antonio de Nebrija (1444-1522), publicada en Salamanca, en 1492. Consta de cinco libros. Trata el primero de la Ortografía, y consta de diez capítulos; el segundo, de la Prosodia y de la sílaba, en otros tantos capítulos; el tercero, de la Etimología y dicción, con diecisiete capítulos; el cuarto, de la Sintaxis y el orden de las partes de la oración, en siete capítulos; y el quinto, de las introducciones de la lengua castellana para los que de extraña lengua querrán aprenderla. Precede a la Gramática un prólogo muy famoso, algunas de cuyas frases son frecuentemente recordadas. Va dirigido a la Reina Católica, doña Isabel de Castilla, en cuyas páginas expone el autor sus propósitos. Uno de ellos, que pudiéramos llamar técnico, establece las normas que al dar fijeza a la lengua vulgar aseguren su perpetuidad. Otro, de matiz humanista, tiende a facilitar el aprendizaje del latín partiendo del romance. Y un tercero, de alcance político, refleja la exaltación nacional de aquellos momentos, que suceden a la rendición de Granada.
El presentimiento de Nebrija al estimar la lengua como compañera del imperio, iba a tener espléndida confirmación con el descubrimiento del continente americano, casi coetáneo de la aparición de su obra, que queda así situada entre dos hechos históricos de tanta trascendencia. Pero también puede colegirse que el autor pensaba en la difusión del castellano dentro de las lindes peninsulares y europeas, al expresar su anhelo de que sea aprendido por los vizcaínos y navarros, los franceses y los italianos. La Gramática de Nebrija es la primera dedicada a una lengua vulgar, y son posteriores a ella intentos análogos llevados a cabo en cuanto al italiano y al francés, como por otro lado, es infinitamente superior a los rudimentarios tratados, hechos con intención didáctica para la enseñanza de la lengua francesa en el siglo XIII. Nebrija une a sus conocimientos humanísticos la clarividencia con que enfocó ciertos problemas historicolingüísticos, aunque su concepto de la gramática sea preferentemente normativo. El modelo, a veces demasiado presente, de la gramática de las lenguas clásicas, en especial de la latina, le obliga a aceptar y acomodar no pocos de sus principios y aun de su terminología, lo que es inevitable en quien inicia una tarea nueva. Pero hay en ella evidentes aciertos, alguno de ellos válido todavía. Rafael La- pesa señala, entre ellos, el de enlazar el estudio de la gramática con el de la métrica y las figuras retóricas, como entreviendo la singular trabazón entre el lenguaje y la creación literaria.
Amado Alonso le adjudica el mérito positivo de sus descripciones fonéticas, fundando una disciplina que hoy mantiene aún las mismas bases que él echó. Gili Gaya informa que a principios del siglo XVII fue refundida esta obra por el P. Juan Luis de la Cerda, con el título de Arte de Nebrija, y así ha circulado, hasta época reciente. Al mediar el siglo XVIII apareció una edición contrahecha, del conde de Saceda. En 1893 el conde de la Viñaza, reprodujo gran parte del texto en su Biblioteca histórica de la Filología española, y al año siguiente, Menéndez Pelayo reprodujo el libro II en su Antología de poetas líricos. En 1909 aparece la edición fototípica que reproduce la de 1492, debida a Walberg, quien utilizó precisamente el ejemplar que perteneció a Hernando Colón, y que hoy se guarda en la Biblioteca Colombina de Sevilla. En 1926 publicó en Oxford una cuidadosa edición el profesor I. González- Llubera, y en 1946, apareció en Madrid una edición crítica, seguida de la reproducción facsímil del incunable salmantino, de la que son autores los señores Galindo Romeo y Ortiz Muñoz.
M. G. Blanco