Una de las obras más famosas del escritor italiano Giovanni Papini (1881- 1956), en la cual recurre a la vieja técnica de suponer que publica el diario íntimo de un personaje monstruoso, Goggins, conocido por Gog. Este diario quiere ser el testimonio de una situación espiritual desquiciada y agotada, que busca desesperadamente una posibilidad de salvación. Ahora bien, Papini, comprometido con un sistema previo de ideas, falsea el sentido de esta crisis y nos da, bajo la forma de una caricatura despiadada y cruel, lo que hay en ella de mala fe, bluff y esnobismo.
¿Quién es Gog? Su nombre, de origen bíblico, nos da el sentido de su carácter. En efecto, Gog, personaje descreído y salvaje, cruel y poderoso, es la personificación de las fuerzas del mal. Nacido en las islas Hawai, de una mujer indígena y un hombre blanco desconocido, se trasladó a los dieciséis años a los Estados Unidos, en donde reunió, gracias a su genio de business, una fabulosa fortuna. Retirado de los negocios y con el enorme poder de sus riquezas, inició una vida de radicalismos y refinamientos. «Es preciso tener en cuenta la peligrosa mezcla que había en él: un semisalvaje inquieto que tenía bajo su dominio las riquezas de un emperador. Un descendiente de caníbales que se había apoderado, permaneciendo bruto, del más espantoso instrumento de creación y destrucción del mundo moderno». Ignorante y despiadado, ambicioso y sin patria, «animalesco por el origen y la vocación, quiso proporcionarse todas las formas del epicureismo cerebral de nuestros tiempos». Gog prescinde de la tradición, que considera ineficaz y caduca, y se entrega sin reservas a lo más radical que el deseo de novedad de su tiempo le ofrece.
Ahora bien, esta radicalidad de lo nuevo le deja también insatisfecho, ya que detrás del telón corto de su propaganda, no descubre sino el fraude. Así, pues, no sólo la Ilíada y Madame Bovary carecen de sentido para él, sino también las más nuevas investigaciones y experiencias de la literatura de vanguardia. Desmesurado, «libre de toda preocupación moral y religiosa», gusta de enfrentarse con los grandes problemas que tiene planteados la humanidad y las soluciones más radicales e inverosímiles. Por dos veces aparece en las páginas de su diario el problema del desequilibrio entre las cifras de natalidad y mortalidad, en dos soluciones brutales y sutiles: una dada por los habitantes de una isla salvaje y desconocida y otra por una refinada sociedad secreta norteamericana. A través de las páginas de este diario, fechado en las más diversas tierras del mundo, Papini pone en ridículo todo aquello que su catolicismo de converso desaprueba: el espiritismo, la falsedad de los milagros de las religiones no cristianas, etc. En algunos casos, el análisis que verifica de algunos temas y problemas apuntan a su mismo centro de gravedad: las causas de la actitud revolucionaria de Gandhi; el culto a los antepasados del duque español Hermosilla de Salvatierra; los principios de la civilización estadounidense; etc. Otras veces, es simplemente gratuito: el arrepentimiento y melancolía del viejo antropófago Nsumbu; etc. Muchos de los pasajes de este diario son fabulosas interviús con personajes característicos de la época: Ford, Gandhi, Einstein, Freud, Shaw, Lenin, el español Gómez de la Serna, etc. Gog siente un «gusto por la destrucción y la humillación», que se complace en todo lo disolvente de la época, sin reparar en todo aquello que tuvo de constructivo.
A pesar de la despiadada caricatura que es, su figura transcribe las cualidades específicas de su tiempo: la soledad, la angustia, la insatisfacción, el hastío, el cosmopolitismo, el refinamiento, el deseo de libertad e independencia. Su desazón y pesimismo son, ellos también, radicales: «El hecho es que me siento extranjero en todas partes y mortificado. La Tierra es un puñado de estiércol resecado y orina verde, a la que se da la vuelta hoy en pocas horas, mañana en pocos minutos. Y no hay ocupaciones a propósito y dignas para uno que sienta dentro de sí los apetitos y las fantasías de un titán». El drama íntimo de Gog, y por lo tanto el de su época, es que se siente pequeño y aspira a ser «el Cosmocrátor supremo, el director de la vida universal, el ingeniero jefe del teatro del mundo, el gran prestidigitador de la tierra y de los mares: esto sería mi verdadera vocación. Pero no pudiendo ser Demiurgo, la carrera de Demonio es la única que no deshonra a un hombre que no forma parte del rebaño». Es decir: nuestro personaje quiere ser el bíblico Gog, el Anticristo. Su única ambición es divertirse y ser famoso, pero, ni con sus inmensas riquezas, lo ha logrado: «He consumido más de la mitad de mis años para conquistar la riqueza y me doy cuenta de que no es verdad aquello que me repetía, en San Francisco, mi primer patrón, Joe Higgins: todo se puede obtener en el mundo con una determinada cantidad de dólares. ¡Con todos mis millones no consigo divertirme ni tampoco hacerme célebre! Temo que, al fin, mi vida no haya sido más que un pésimo negocio». Sí, el terrible poder de que dispone Gog, el dinero, no le ha servido para nada: por esto, cuando, desprendiéndose evangélicamente de él, se lanza al azar por tierras de Italia, puede encontrar, simbólicamente, la doncella que sacia su hambre con un pedazo de pan moreno.
El autor ha llegado al final de su parábola: el mundo moderno, insatisfecho y hastiado, poderoso y refinado, descreído y desarraigado, sólo tiene una salvación: Cristo. Ésta es la solución que propone apasionadamente el autor, la cual traduce, por otra parte, la línea tonal de su biografía» que evolucionó desde una actitud atea, escéptica y vanguardista, hasta una actitud radicalmente católica y tradicional. Trad. castellana de Mario Verdaguer, 17.a edición (Barcelona, 1948).
J. Molas