[Godwi oder das steinerne Bild der Mutter]. Novela semiepistolar de Clemens Brentano (1778- 1842), publicada en Bremen en 1801 con el subtítulo de «novela selvática de María». Se divide en tres partes, cada una de las cuales explica el título y subtítulo.
En la primera, en una serie de cartas entre Rómer y Godwi, Otilia, Joduno y otros personajes secundarios, domina la figura de Godwi. Estas epístolas nos introducen en las complicaciones psicológicas de unos personajes exacerbadamente románticos. El inquieto Godwi, siempre a punto de abrasarse de amor y siempre infiel, y Romer, el mercader literato, son desdoblamientos de la personalidad de Brentano, que se refleja en ellos, mostrándonos aquí el rostro del poeta, allí el del libertino y, finalmente, su atormentado espíritu religioso. Los idilios que se esbozan en esta primera parte no tienen importancia: Joduno y Otilia, gentiles muchachas huérfanas y melancólicas, son meras experiencias del disoluto Godwi, que sale de los brazos de Molly, misteriosa figura de mujer ardiente, de pura «escuela romántica», como las protagonistas de Tieck o la Lucinda (v.) de Friedrich Schlegel.
El ambiente que rodea a Otilia, literario y artificioso, tiene reminiscencias goethianas; «Werdo Senno, el padre de ella, y Eusebio, recuerdan respectivamente al arpista y Mignon (v.) de los Años de aprendizaje de Wilhelm Meister (v.). La trama se obscurece en la segunda parte, donde todos los personajes adquieren, por decirlo así, espacio y tiempo: una estatua de piedra que representa una mujer con un niño en brazos, que estaba oculta en un bosquecillo del jardín del padre de Godwi y que una vez le pareció que se animaba como en una visión, se convierte en el núcleo en torno al cual cobra consistencia la novela. Con una ficción a lo Jean Paul, aparece un nuevo personaje como narrador de la segunda parte e intérprete de la primera. Él nos revela la historia de María, madre de Godwi, representada en la estatua; de niña amó a un joven, José, pero, creyéndolo muerto, se resignó a casarse con el padre de Godwi. Mas un día, viendo aparecer a su antiguo enamorado, desesperada, se arrojó al mar con el niño. José salvó al niño, pero la madre murió.
Esto explica por qué el amor de Godwi y Otilia acaba en una amistad fraternal; los dos son respectivamente hijos de María y de José, el cual luego tomó el nombre de Werdo Senno. El amor que en los padres había alcanzado su paroxismo, no podía renacer de otra manera que cumplido en simpatía fraternal entre los hijos. Pero la figura principal de la segunda parte es ahora un nuevo personaje: Violeta, de cuyo mausoleo Godwi se convierte en guardián, en el interior del jardín denso en perfume y misterio; Violeta reúne en sí la pureza melancólica de Otilia y la sensualidad de Molly, idealización de la mujer romántica de Brentano y casi un presentimiento de su futura vida amorosa: cuando cree alcanzarla y satisfacer su sed de amor, ella desaparece. En la tercera parte, como última rareza, es Godwi el que reanuda el relato recogido de los labios de Maria, moribundo; y es entonces cuando los personajes secundarios encuentran su desenlace. Todo lo que en la primera parte se intuye y presiente por vía de imágenes, queda aclarado en la narración de las dos restantes, pero a fin de que la narración no pierda nada de su ingravidez romántica, es interrumpida con poesías y baladas de delicadísimo lirismo, muchas de las cuales, como la célebre Loreti (v.), forman parte del Cuerno maravilloso del niño (v.). En esta novela, que siguiendo las leyes románticas es «un pequeño caos» o, como dice el título, una «novela enmarañada como una selva», es difícil desenredar el embrollo de la trama cada vez más complicada por antecedentes y reminiscencias biográficas.
Todas las hermanas de Brentano están representadas en figuras de segundo término y la extravagante Molly está inspirada en la poetisa Sofía Mereau, primero amante y luego esposa del autor. Dorotea Veit observó agudamente — a propósito de las obras de Brentano’ en general — que son «como una galería de antepasados y amigos, al final de la cual aparece también su propio retrato; pero él se coloca tan en primer término que llama inmediatamente la atención e incluso parece el ‘cicerone’ que va explicando solemnemente los retratos»; esta crítica se ajusta de una manera especialísima al Godwi. Obra de juventud, Brentano muy pronto renegó casi de ella; sin embargo, no está privada de indiscutibles cualidades poéticas. Además, como observa Eichendorff, es posible reconocer en ella los gérmenes de aquellos elementos psicológicos de que tanto se vanagloriarán luego los «jóvenes alemanes».
G. F. Ajroldi