Glosario, Eugenio d’Ors y Rovira

Con este título calificó el es­critor español Eugenio d’Ors y Rovira (1882- 1954) una parte muy importante de su pro­ducción, que fue apareciendo en forma de artículos en periódicos y revistas desde 1906 hasta prácticamente el momento de su muerte. Este Glosario es quizá la obra más importante de su autor, por su contenido, por su significación como vigía atento a los acontecimientos del mundo intelectual. El valor del Glosario sólo lo igualan las obras de crítica de arte.

El Glosario de d’Ors se divide en dos períodos: el primero es el redactado en catalán, que duró de 1906 a 1919 y apareció durante casi todo este tiempo en el periódico «La Veu de Cata­lunya», firmada con el nombre de Xénius — corrupción familiar de Eugeni —. Parte de la obra catalana de d’Ors ha sido recientemente editada: Eugeni d’Ors: Obra catalana completa. Glosari 1906-1910 (Bar­celona, 1950). Una selección del Glosari fue traducida al castellano por Alfons Maseras (Páginas del «Glosari» de Xénius, 1906- 1917). También algunas de las obras con­tenidas en el Glosari, como La Bien Planta­da (v.) y El Valle de Josafat (v.) fueron traducidas con posterioridad al castellano.

El Glosario castellano se divide en dos par­tes: Nuevo Glosario, que comprende tres volúmenes, publicados en Madrid, 1947-1949, y Novísimo Glosario, que comprende otros dos, publicados en Madrid en 1946 y 1950. Estas dos partes incluyen las siguientes obras o ciclos de glosas: El Nuevo Glo­sario, 1920; El viento de Castilla, 1920; Hambre y sed de verdad, 1920; Europa, 1920; Poussin y el Greco, 1921; U-turn-lt, 1921; Los diálogos de la pasión meditabunda, 1922; El molino de viento, 1923; Cinco mi­nutos de silencio, 1924; Paréntesis cerrado, 1924; El signo sutil, 1925; San Vicente Ferrer, 1926; Cuando ya esté tranquilo, 1927; Juliano y San Pablo, 1928; ¿Quién hace la historia?, 1929; Delenda est Barbaria, 1930; Sísifo, 1931; Glosas desangeladas, 1932; Las entrehuelgas, 1933; El católico errante, 1934; Crónica de una Heliomaquia, 1938-1940; La sombra de Guillermo Tell, 1941; La ética en góndola, 1942-1943; Estilo y Cifra, 1944; Angelofanía, 1945; Intermedio. Ejercicios espirituales hacia el término de la guerra; etc.

Las Glosas de Eugenio d’Ors, tanto en su período catalán como en el castella­no, se organizan a menudo en forma de series e incluso en forma de obras, que luego el autor ha editado separadamente, así La Bien Plantada (v.), Tina y la Gran Guerra (v.) y El Valle de Josafat (v.). El arte de la glosa, no es sino — como lo ha explicado el propio d’Ors — la habilidad de elevarse en un comentario partiendo de un hecho o fenómeno concreto — que él llama la Anécdota — a consideraciones o princi­pios de valor universal — o sea, llegar a lo que él llama la Categoría—. La técnica de la glosa orsiana constituye el método de todo su sistema filosófico. La intención fun­damental de d’Ors, por tanto, es la de en­señar, de despertar la conciencia, y ello no se comprende bien si no se tiene en cuenta la labor y la significación del autor en el momento de su producción en catalán. Dentro del ámbito cultural catalán de prin­cipios de siglo, el Glosari —- que entonces se escribía Glossari — tenía por primera vez una palpitación y una ambición universal. Era la labor cultural simultánea al desper­tar político de la región, y por eso d’Ors en aquel momento fue fundamentalmente un definidor.

Agonizantes los últimos resa­bios de romanticismo folklórico, d’Ors pre­sentaba un programa de exigencia contra la improvisación, de clasicismo frente al sentimentalismo, de contención, orden y mesura, frente al desorden y la anarquía, de constancia frente a la indolencia, de orden frente a la rebeldía, etc. Así la la­bor política de Prat de la Riba encontraba una eficaz colaboración en la obra de d’Ors. De toda la crónica al día de la inteligencia que es el Glosario interesa más que su va­lor intrínseco, la pura y constante activi­dad intelectual que representa — como ha dicho acertadamente un crítico —. El pe­ríodo catalán terminó el año 1920, pero la obra posterior de d’Ors nace toda ella de este período, ha ido creciendo como en círculos concéntricos a su alrededor, par­tiendo de aquel impulso universal y ecuménico que le llevó a dejar la lengua cata­lana para servirse de un instrumento expre­sivo más universal. Peio de ninguna mane­ra debe entenderse esto como una renuncia o negación de su período anterior. Él mis­mo, en el prólogo a la edición catalana, afirma que si bien Xénius murió en 1920, seguramente el ángel que ahora le gobier­na lleva este nombre.

El primer programa negativo del Glosario está contenido en la larga glosa Amiel a Vic [Amiel en Vich], donde el glosador, exponiendo y comentan­do el diario íntimo de un periodista cata­lán, señala los puntos y concepciones que la filosofía que él instaurará, el «Noucentisme» [«Novecentismo»], deberá superar. Por esto la obra de d’Ors será la superación comple­ta del naturalismo de Maragall (v. Artícu­los y Poesías), que para él es todavía un representante del mal de «fin de siglo», esto es, de la recaída en el romanticismo, del que Maragall se salva en algún momento gracias a la poesía. El autor, frente a las tendencias todavía operantes de este mal, irá oponiendo la serenidad, el valor de la ironía, de las formas perfectas, de la ele­gancia, de la vigilancia sobre el propio es­píritu. Y él lanza el manifiesto de la nueva poesía en el prólogo a La Muntanya d’Ametistes de Guerau de Liost (v. Poesías). La concepción estética de d’Ors tiene una ten­dencia hacia el predominio de la forma, que justifica su tendencia clásica, y que en su obra capital, La Bien Plantada, se re­suelve plásticamente en la figura de Teresa, y por boca de ella expone los puntos esen­ciales de la nueva filosofía, tras la lucha entre la Anécdota y la Categoría, con el triunfo definitivo de ésta.

La técnica de la glosa aparece desarrollada simbólicamente en esta obra, cuando la mujer y su episodio sentimental son interpretados como un sím­bolo de la historia, de la cultura, del arte, de la filosofía, y el imperio de su mesura es trascendido del pequeño pueblo hasta el dominio de la historia universal, hasta ser una síntesis del cosmos. La lección del Glo­san la define así un gran escritor, hablando de la actitud de los jóvenes del «noucentisme» ante Gaudí: «Para los novecentistas el programa había sido fallado por Eugenio d’Ors en el Glosari al establecer las distin­ciones entre vida cósmica y vida humana, entre el mundo de la naturaleza y el de la cultura, entre el romanticismo y el clasi­cismo. Según daban a entender estos ele­mentos, la arquitectura es un arte de sen­tido contrario a la naturaleza, un arte ar­bitrario, una construcción típica de la cul­tura, de la vida humana, es decir, de los estilos. La naturaleza no produce estilos: la naturaleza son las montañas, el mar, los bosques, lo informe, el caos. Sólo el hombre cultivado, domesticado en sistemas canóni­cos, produce estilos. La arquitectura no puede ser un arte de imitación de la na­turaleza, no puede ser naturalista». En rea­lidad, el Glosario es una gran metáfora o alegoría del espíritu, y su estilo, tanto cuando está expuesto en breves observacio­nes, como cuando el autor describe más mo­rosamente, es a menudo poético, constante­mente literario e incluso algunas veces adolece de cierto tono sibilino. Muchas de las glosas no son sino esbozos líricos; otras veces este estilo es ondulante, finamente oratorio, a lo que ayuda la forma de ora­ción coordinada que usa con preferencia el autor.

Si el Glosario es la obra más im­portante de d’Ors y la que mejor expresa su concepción filosófica, justo es que ex­pongamos los puntos capitales de su filo­sofía guiados por el excelente trabajo de José Luis L. Aranguren, La Filosofía de Eugenio d’Ors. Como fundamento del sis­tema d’orsiano, está la intuición; más que un lógico o sistemático perfecto, d’Ors es un intuitivo, y por ello sus intuiciones se concretan en una forma, en una imagen (de aquí la tendencia plástica de que ha­blábamos anteriormente), que dan origen, por la necesidad de elaborar conceptos, a las ideas-formas, verdadero descubrimiento de la filosofía d’orsiana. Partiendo de este punto el autor ataca por igual el raciona­lismo filosófico y el intuicionismo individual de Bergson, para ofrecernos lo que él llama la «Fórmula biológica de la Lógica» que tiene como elemento decisivo la intuición «dialogal», de lo cual una de las partes del Glosario, Los diálogos de la pasión medita­bunda, es una de las mejores muestras. Puntos fundamentales de su filosofía son la exaltación del diálogo, identificación de vida y filosofía, la proclamación del valor decisivo de la estética, etc. En la filosofía de d’Ors aparecen nuevos conceptos sobre antropología, sobre el tiempo, tradición, cul­tura, vida, pero, sobre todo, se desprende una gran lección de humanismo, del «homo sapiens», del «homo ludens» y del «homo faber», de saber y claridad (no en vano uno de sus libros se llama Heliomaquia).

Si su labor en Cataluña fue una actitud de lu­cha, también lo fue en Castilla, y así lo reconoce Aranguren cuando dice: «… el pensamiento polémico del joven Xénius se definió a sí mismo con más límpido perfil en la lucha contra Unamuno y «su» Casti­lla que en la liquidación del catalanismo arqueológico». Según Aranguren frente a la concepción trágica de Unamuno y de toda la Generación del 98 (v.), d’Ors opone la ecuación «metafísica-alegría». Frente al pe­simismo filosófico d’Ors propone la filosofía del Novecentismo, cuyos elementos básicos son: la inatacabilidad de la religión por la ciencia (cfr. el opúsculo Religio est Liber­tas); la incorporación de los resultados de diferentes sistemas al suyo propio; con­cepción cíclica del universo; humanismo in­tegral; la voluntad de servicio; función pri­mordial de la estética; su vinculación a la tradición más auténtica y eficaz.

Éste era. el contenido del catecismo novecentista: «El Novecientos se levantó con estos signos: El esfuerzo por la unidad, contra el gusto- de la dispersión. Roma contra Babel. El Imperio, irguiéndose sobre la crisis de las naciones. La política de misión, contra la política de irresponsabilidad. El arte de la belleza, contra el arte de la expresión. El dibujo contra la música. La figura contra las corrientes. La ley de la constancia con­tra las leyes de la evolución. La autoridad, contra la anarquía. El signo del Padre, con­tra el del Proletario. El del Labrador, con­tra el del Rústico». Esta misión a realizar tenía como puntos capitales una concepción católica de la vida, de la tradición y de la sociedad; el principio clásico, la promulgación de una Ilustración de contenido católico que debe desembocar en un huma­nismo. Todo ello tiene su correlato en las concepciones políticas del autor, en las dis­tinciones establecidas entre política de na­ción y política de cultura, en su ideal de Imperio, la política de misión (como la llama él y que cuida distinguir de «Dicta­dura»). La labor de d’Ors tuvo en Cataluña una difusión y un influjo de carácter inte­lectual, político y social, y en la revista del movimiento «Almanach deis Noucentistes» fueron presentados los verdaderos ar­tistas del arte nuevo, entre los que cumple destacar a Picasso.

Pero la filosofía de d’Ors tendía a una acción en el orden práctico, y de ello fue resultado la reorganización del «Instituí d’Estudis Catalans», la «Biblioteca de Catalunya» y el Consejo de Pedagogía, tres instituciones ejemplares, en las que d’Ors actuó con gran libertad de acción, y al crearse en 1913 la Mancomunidad, el au­tor fue nombrado director de Instrucción Pública de la misma, con lo que imprimió un impulso extraordinario a la inves­tigación creando seminarios y laboratorios, escuelas y talleres, escuela de Bibliotecarias y de Enfermeras. La muerte de Prat de la Riba, dio lugar a que d’Ors abandonara Barcelona, estableciéndose a partir de en­tonces en Madrid. Las actividades durante este período son más conocidas. D’Ors con­sideró siempre su período catalán como una prueba, «la prueba de Cataluña», como la llama él. Durante el período castellano las glosas aparecieron preferentemente en «La Razón» de Buenos Aires, en «A B C», en «El Debate», en «La Vanguardia». La per­sonalidad cultural de d’Ors se yergue im­ponente en el campo de la literatura y del pensamiento español contemporáneos.

A. Comas

El gran mérito de Xénius consiste, a mi juicio, en haber substituido en sus hábitos mentales el afán polémico que se acerca a las cosas con una previa antipatía por el diálogo platónico y la mayéutica socrática. (Antonio Machado)

D’Ors lleva hálitos barrocos, volutas de color y ensueño entre los pliegues clásicos de la toga romana del pensar. (A. Valbuena Prat)

De estas actitudes, Unamuno representa, casi hasta la exasperación, el momento que podríamos llamar provisionalmente del «al­ma»; d’Ors representa el momento de la «forma»; Ortega, el de la «conciencia». (Ferrater Mora)