Gītāñjali, RabĪndranath Thākur

[Ofrenda lírica]. Es la obra más conocida y divulgada, en Europa y en América, del más grande poeta indú con­temporáneo, RabĪndranath Thākur (gene­ralmente conocido bajo el nombre britanizado de Tagore, 1861-1941). Compuesta ori­ginariamente en versos «bengálí» y más tarde traducida parcialmente por el mismo autor en prosa inglesa con la adición de estrofas tomadas de las otras dos colecciones de poesías en «bengalí» tituladas Naibedya y Kheya, comprende en el original «ben­gálí» 157 poesías, mientras que la versión inglesa tiene solamente 103.

Gītāñjali fué en Occidente casi una revelación, y el éxi­to que obtuvo y la concesión del premio Nobel en 1913 equivalieron a un reconoci­miento universalmente sentido de los valo­res espirituales y profundamente humanos del libro. De los versos nace viva y lumi­nosa la personalidad del gran poeta bengalí con su religiosidad, con su fina sensi­bilidad, con su delicada comprensión de la naturaleza, con su infinito amor para los hombres y las cosas, con su suave penetra­ción del alma infantil. En la expresión de los sentimientos, Tagore puede compararse —      y quizá los supere — a los poetas indús de la edad clásica, entre los que sobresale el cantor de Śakuntalā (v.), el famoso Kālidasā. La religión de Tagore, como se ma­nifiesta ‘en el Gītāñjali — e igualmente en sus otros numerosos escritos — puede -definirse como un panteísmo místico en el que Dios, aun siendo una cosa sola con el mun­do, tiene además atributos personales que consienten, a quien cree en Él, el acto con­creto de la adoración. Esto se revela en for­ma sublime en la poesía n.° 2 del Gītāñjali. En otras partes, como por ejemplo, en la poesía n.° 5, encontramos la exaltación de la incomparable alegría del acercamiento a Dios, mientras en derredor la serenidad de la naturaleza favorece el éxtasis del poeta. La glorificación del trabajo, del trabajo que efectivamente ennoblece al hombre y le acerca a Dios (11), la plegaria (36), la delicadísima poesía sobre el sueño del niño (61), la invocación a la muerte (91), el elo­gio de la vida vivida en el amor de Dios (96), son otras tantas joyas resplandecien­tes de esta Ofrenda lírica que puede ser considerada como una obra maestra de la literatura mundial. [Trad. castellana de Ze­nobia Camprubí de Jiménez, según el texto inglés, escrito o revisado por el propio au­tor, con un poema de Juan Ramón Jiménez (Madrid, 1920)].

M. Vallauri