[Ginevra di Scozia]. Drama en cinco actos de Giovanni Pindemonte (1751-1812), representado en 1795 con el pseudónimo de Luigi Millo, con el fin de ocultar en un mismo autor una brusca transición de la tragedia clásica a las obras popularizantes. La situación sentimental y trágica de una joven calumniada con una falsa acusación (historia derivada del Orlando furioso, v.) se presenta en esta obra en una forma bastante animada; el mismo enredo contribuye a dar al contraste de los caracteres una atmósfera de aventuras que compensa la falta de vigor psicológico y poético.
Ginevra, hija del rey de Escocia, ama a Ariodante, joven caballero italiano. Rival del joven es Polinesso, duque de Albania y gran condestable del reino. Éste calumnia a la princesa diciendo que es su secreta amante, y, de acuerdo con Dalinda, camarera de la princesa, hace creer a Ariodante que su amada lo traiciona; en una ocasión, Dalinda, con los vestidos de su dueña, se deja ver en el balcón durante una entrevista furtiva y con una escalera de cuerda hace que Polinesso descienda de sus aposentos. El desgraciado caballero, después de haber expresado su desdén a Lurcano, se arroja al río, y éste, creyéndole muerto, comunica a la Corte el oprobio de Ginevra; según las leyes escocesas, si nadie responde al desafío lanzado por él, Ginevra tendrá que ser quemada en la hoguera. Pero se presenta un incógnito caballero de enlutada armadura y combate con Lurcano. Después se descubre que se trata de Ariodante, que escapó a la muerte. Entretanto, el palaciego Rinaldo, llegado a Escocia, conoce la verdad sobre el miserable Polinesso y en duelo lo vence, señalándolo como culpable de calumnia y de traición. Se reconoce la inocencia de Ginevra, y el fiel Ariodante, que sucede en su alto cargo al pérfido Polinesso, se casa con ella.
El drama es notable por la intriga que sigue fielmente la obra maestra de Ariosto, y sobre todo por los rápidos cambios de escena; por la amplia vida de los sentimientos y emociones como por la visión de los lugares solitarios bajo la luna, hallamos ya una de las características que serán propias del drama romántico; no es extraño a Pindemonte, aunque sin el abandono propio del Hipólito del Hermann (v.), aquel interés por la pintura realista de los caracteres que desdeñando la pulida elocución de los pseudoclásicos revela una influencia shakespeariana.
C. Cordié