Gente Conocida, Jacinto Benavente

Obra en cuatro actos de Jacinto Benavente (1886-1954), que el autor subtitula «Escenas de la Vida Moder­na», dividida en cuatro actos y estrenada en el Teatro de la Comedia de Madrid la noche del 21 de octubre de 1896. Va pre­cedida de una «autocrítica» que se publicó en el periódico «La Información» al día siguiente del estreno, y en la cual el autor explica las razones que tuvo para escribir su comedia..

El asunto venía a ser el mis­mo de muchas novelas del tiempo que co­rría: la crítica, fustigándolas, de las costum­bres sociales — de la llamada «alta socie­dad» — españolas; el deseo moralizante de nuestros ilustres literatos y comediógrafos dió como resultado si no la corrección de las costumbres que criticaban, sí el encum­bramiento de los críticos; con lo cual se evidenciaba la benevolencia que, no obstante sus malas normas, tenía aquella so­ciedad española tan puesta en la picota. En Gente conocida, una duquesa bonachona y boba es madre de unos hijos que la en­gañan y llevan por el camino de sus antojos: su hija la marquesa y su hijo el du­que, pertenecientes todos a la más rancia y encopetada nobleza española, ceden, se adaptan a cuantas situaciones el dinero, el placer, o simplemente la irresponsabilidad humana les van dictando. Hay un persona­je, Petra, que representa la astucia y la malignidad prácticas, y un ricacho que vi­vió al lado de una condesa, como amante suyo, y que luego la abandona para casarse con aquella Petra que se dio trazas para desbancar a todos sus enemigos. Dos mu­chachas, la hija del ricacho (hija natural y que es reconocida públicamente por el ricacho a instancias de Petra), Angelita, y la hija de la condesa, Fernanda, represen­tan lo más puro y digno, por jóvenes sin duda, del momento.

Pero la obra, como casi todas las del autor, transcurre señalando agudamente los defectos humanos sin pro­poner una solución digna a los personajes a fin de que la crítica tenga el fin debido: la corrección del mal transformándolo en bien. Gente conocida es entretenida, y eso bastó al propósito de su autor.

C. Conde