En relación y en contraposición con el drama de Tieck, apareció en 1841 Genoveva de Friedrich Hebbel (1813-1863). Es junto con Judit (v.), que le precedió, uno de los dos dramas juveniles del autor, y refleja todavía el tempestuoso desequilibrio de su período de «Sturm und Drang». La leyenda de Genoveva permanece en el fondo inmutable, pero la figura que más interesó al joven y ardiente poeta fue Golo, con su interior conflicto que lo lleva al suicidio. Hebbel se sintió afín a él, en el momento en que la mujer que había amado, Elise Lessing, semejante a la santa paciente y sacrificada, da a luz un hijo, mientras él se siente alejado de ella por la tempestuosa pasión hacia Emma Schróder.
El pérfido Golo de la leyenda está entonces representado por un joven y noble caballero, devoto del conde palatino Sigfrido; se adueña de él una loca e imprevista pasión por la esposa del conde, y la repulsa de la condesa y las malas artes de una vieja hechicera lo impulsan a acusar de adulterio a la gentil Genoveva, a la que sin embargo él ama todavía. El furor contra sí mismo y su loco amor, estimulado por la sublime nobleza de ella, lo arrastran después de crimen en crimen. Genoveva, encerrada en la cárcel, donde languidece de hambre y frío, da a luz un hijo, y el conde, a su vuelta, creyendo en su infidelidad, ordena que la maten junto con el niño. Pero el encargo no se cumple gracias a un milagro; y Golo, torturado por el remordimiento, en el momento en que el conde le nombra su heredero, enloquece y se hace matar por un siervo. Genoveva desaparece en la selva. Con esta nota obscura termina la tragedia, en la que, como en Judit, el problema fundamental es el de la fatal tragicidad de la vida (el llamado «pantragismo» hebbeliano): la rueda del mundo pasa sobre el joven héroe y lo destroza, resolviendo así románticamente el trágico dualismo entre la voluntad del individuo y la voluntad del mundo. Cuanto más abajo arrastra la pasión a Golo, más fuerte se hace su deseo de castigarse y aniquilarse a sí mismo. Frente al sufrimiento activo de Golo, el de Genoveva no llega a resolverse en acción, y en esto consiste la parte débil del drama.
Hebbel lo reconoció; y en 1851 escribió un Epílogo a Genoveva [Nachspiel zu Genoveva], en el que Sigfrido conoce la inocencia de su mujer y la encuentra con su hijo durante una cacería en la selva. La tragedia, en endecasílabos, a pesar de sus debilidades y del horror casi repugnante de algunas figuras que se resienten del ambiente miserable en que transcurrió la juventud del poeta, revela, sin embargo, su genio dramático y, aunque poco apta para la representación, contiene escenas de alta vitalidad.
C. Baseggio-E. Rosenfeld