Filosofía de la Revelación, Friedrich Wilhelm Joseph Schelling

[Philosophie der Offenbarung]. Publicación póstuma de las últimas lecciones pronunciadas en Berlín por Friedrich Wilhelm Joseph Schelling (1775-1854), que representan las últimas orientaciones de su pensamiento. Fue incluida en la edición de sus obras en, 14 volúmenes (Stuttgart y Augsburg, 1856 y ss.). Un esfuerzo por integrar la filosofía negativa de Hegel con una filosofía posi­tiva que comprenda, más allá de lo racio­nal, lo irracional, y al mismo tiempo una exigencia dualista, tienen por resultado, con el fin de interpretar el mundo de la religión cristiana, un nuevo sistema teoló­gico, que es el que debería informar la Iglesia del porvenir. Ya en la Filosofía de la Naturaleza (v.) y en la Filosofía del Es­píritu, Schelling había buscado en lo su­premo y lo absoluto la solución de todos los enigmas de la Naturaleza y del Espí­ritu, ya que «la inteligencia llegada a la madurez, pura y absoluta, es Dios». En este momento, la teoría sobre Dios se convierte para él en una Filosofía de la Revelación. La poesía, la mitología, las tradiciones y los monumentos de todos los pueblos, las artes de todos los tiempos son sus compañeros y colaboradores en la búsqueda de Dios.

«La revelación es una historia que todo lo abra­za y todo lo descubre, desde el origen del mundo hasta su fin». Pero reconociendo que «nada es más irracional que querer racio­nalizar y hacer comprender lo que no se da como racional», no pretende sino «ex­plicar, es decir, dar un sentido determina­do» a la revelación hebraico-cristiana. Aun­que para él la historia de la «caída del hombre» sigue siendo un mito, trata los «mitos» bíblicos con la misma simpatía que los de las demás mitologías, a las cuales los hermana con el mismo respeto. El principio de todo es, para él, el «Unvordenkliche», lo impensable primero, antes del cual no es posible pensar nada. La Trinidad es «la existencia ciega», «lo que puede ser», «lo que debe ser»: concepto más gnóstico que cristiano. Cuando el mundo ha llegado a la fase del pensamiento, la creación es com­pleta, y la felicidad de Dios es perfecta. A diferencia de Feuerbach, que reduce la filo­sofía y la teología a la antropología, para Schelling Dios continúa siendo el creador del mundo, no el hombre, y su trinidad gnóstica se convierte en: Dios creador, Dios Logos, que se personifica en Jesucristo, y Dios Espíritu, causa final y conciliadora en la tierra y en los infiernos. Admite, eso sí, la «inmanencia» y la «trascendencia» divi­nas, pero sin esclarecer si Dios es indepen­diente del Universo o su pensamiento o su solo ser y su solo pensar real. Con el pri­mer acto de la libertad humana empieza la historia. El hombre ambiciona llegar a ser un Dios y quiere la ciencia de Dios, y en realidad coloca el mundo para sí, pero fue­ra de Dios, es decir, el «Menschenwelt». La distinción del bien y el mal llega al mundo con esta caída, y el genio del mal ocupa en el mundo de Schelling un gran lugar al lado de los «ángeles», mediadores entre Dios y el hombre: Angelología y Demonología más poética que filosófica, en competición con Milton y Klopstok.

Interpreta la re­dención como participación al Sacrificio de Cristo con la muerte del egoísmo, la abnegación. En todos los puntos, la «revelación» es explicada en función de las tradiciones religiosas y de la filosofía de todas las épo­cas. El cristianismo es eterno. El catoli­cismo, la Iglesia de Pedro, está trabado por el espíritu ceremonial judaico, mientras que el protestantismo es la Iglesia de Pablo. Schelling junto con Fichte sueña con un tercer tipo de comunidad cuyo exponente es Juan, con su Evangelio, hasta que un día Pedro, arrepentido de nuevo de su de­bilidad, y reconciliado con Pablo, reconsti­tuya con Juan el panteón del cristianismo: el Pancristianismo que acogerá a todos los cristianos. Esto sucederá «después que la filosofía y todas las ciencias que ella lleva a la perfección entren de nuevo, por medio de una nueva mitología, en el seno de la poesía de donde surgieron, como otros tan­tos ríos que fluyen de un océano común». La nueva orientación del pensamiento de Schelling fue objeto en 1842-43 de feroces críticas; especialmente de H.E.G. Paulus, lo que provocó una reacción del filósofo y al final el abandono de su cátedra. Pero es notable que a través de toda su evolución desde la Filosofía de la Naturaleza a la de la Revelación el talento brillante, el entu­siasmo, el estilo persuasivo, la erudición asombrosa y seductora le hayan conser­vado su ascendiente sobre la alemania de Fichte y de Hegel, la cual lo siguió en sus peregrinaciones y estuvo dispuesta a restituirle el cetro, cuando con sus últimas meditaciones sobre la filosofía de la mitología y la filosofía de la revelación se presentó con dos anuncios proféticos: que la era del Modernismo religioso y del Pancristianismo estaban próximos.

G. Pioli