Es una de las obras más maduras y características del escritor español Gabriel Miró (1879-1930), publicada en 1916. El autor, con ayuda de su memoria poética, trata un tema que forma parte de su vida intelectual desde sus primeros años. El libro es una serie de estampas de Jerusalén en los días de la Crucifixión del Redentor; obra sutil, rica en simbolismos, lírica y duramente realista. La divinidad humanizada del Señor se desprende claramente del paisaje. Páginas ricas en contrastes, tumultuosas, con oleadas de gentes que soportan la esclavitud y se agitan bajo las pasiones; el arte de Miró encuentra en el tema motivo para exaltar sus cualidades evocativas. El libro está dividido en quince capítulos, quince auténticos cuadros dedicados ya a una figura (Judas, Barrabás, Caifás, Anás, Herodes, Pilatos, Simón, María de Cleofás y la Samaritana), ya a varias figuras, enfrentadas de manera que se manifiesten más libremente sus caracteres (Pilatos y Cristo, Mujeres de Jerusalén). Se advierte en la obra una profunda emoción; este raro escritor está plenamente compenetrado con el tema de este libro. Quizás el resultado hubiese sido más puro y limpio si el autor, se hubiera preocupado de aplicar al esquema de las conmociones espirituales la infinita riqueza de su arte y el esplendor rebuscado de su lenguaje. De todas formas hay un punto de coincidencia entre dos gemimos momentos del escritor, entre el tiempo recobrado en Niño y Grande (el libro dedicado a la madre «que tantas veces le contó la Pasión del Señor») y la contemplación artística de sus inefables Estampas.
C. Boselli