[Fermenta cognitionis]. Consideraciones filosóficas, en su mayor parte en forma aforística y dogmática del pensador alemán Franz von Baader (1765-1841), publicadas en cinco volúmenes en Berlín y en Leipzig desde 1822 a 1825. Baader, que en sus escritos juveniles de filosofía de la naturaleza mantuvo un estricto y vivo intercambio de ideas con Schelling, parece aquí el anunciador del nuevo rumbo religioso de la especulación que caracterizará la última filosofía del mismo Schelling. Las críticas que dirigió contra las corrientes dominantes del pensamiento, especialmente contra el criticismo y el hegelismo, versan siempre sobre un motivo fundamental: el error de sustituir la experiencia por la razón y empobrecer a aquélla, abstrayéndola según esquemas racionales. Lo mismo si el criticismo declara la incapacidad de la razón para resolver el propio problema teórico, como si el hegelismo pretende haber alcanzado la solución en la dialéctica de la idea, lo que escapa a la conciencia especulativa es siempre la realidad viviente, esa realidad que habla en la experiencia más profunda del hombre. Tal experiencia tiene, según Baader, su más evidente expresión especulativa en la dramática conciencia religiosa de Bóhme, que Baader redescubre para el pensamiento alemán.
El íntimo conflicto del alma humana, que se refleja en el choque de las fuerzas de la naturaleza viviente y tiene su justificación en la misma Naturaleza de Dios, es el motivo central en el que toda la existencia y la vida pueden encontrar su unidad de significado. En los desparramados aforismos de Baader este motivo existencialista es expresado continuamente para iluminar los varios campos de la experiencia, desde el teórico al religioso, del moral al estético. Combate, tanto el concepto kantiano de la autonomía de la persona humana en la razón práctica, en la voluntad moral del deber, como el concepto hegeliano de la libertad espiritual de la persona como actualidad en ella del espíritu absoluto. La persona tiene su realidad en el contraste entre dos principios en ella activos, en el drama de su misma existencia: la vida espiritual es liberación, que no es, sin embargo, el acto de la misma persona, sino la presencia de una gracia, la vida divina, en cuanto trascendente, que se comunica y redime, tanto en la acción como en el pensamiento. Así, la conciencia de sí mismo es para el hombre una conciencia del propio drama y de Dios.
A. Banfi