[Essai sur les conditions et les limites de la certitude logique]. Obra del filósofo francés publicada en 1898. Matemático de origen, el autor es uno de los representantes del movimiento filosófico científico conocido bajo el nombre de «Crítica de la Ciencia» que se afirma en Francia a fines del siglo XIX. Sigue la corriente de reacción en la lucha contra el positivismo empírico, pero sin llegar a posiciones extremas. Su teoría de la ciencia adquiere el carácter de un nominalismo y de un convencionalismo moderado, que recuerda la filosofía de Poincaré. Anti pragmatista, Milhaud cree en el «conocimiento desinteresado» como condición de todo progreso y permanece fiel a una forma de racionalismo activo y dinámico que considera a la razón, no como una mera actividad lógica, sino como una «fuente original de creaciones espontáneas».
El Essai tiende a demostrar la ilusión de la certeza lógica. Sobre la base del principio de contradicción no puede surgir más que un saber ficticio y subjetivo. La necesidad lógica es ajena a la experiencia y sólo pertenece a las puras construcciones del intelecto. Es, pues, absurdo pensar en recurrir a un criterio lógico en el dominio del pensamiento científico, desde el momento que la ciencia tiene un fundamento experimental. No sólo las ciencias naturales y físicas, sino las mismas matemáticas, que siguen en sus demostraciones un ideal de rigurosidad perfecta, no pueden pretender una evidencia racional. La experiencia y la intuición intervienen también aquí y el progreso se hace posible, porque el matemático continúa revistiendo a los seres ficticios que crea, con propiedades características de los objetos concretos. Hemos, pues, de renunciar al mito de la certeza lógica.
Las soluciones arbitrarias que en el campo de la filosofía han suscitado los problemas del infinito, de lo continuo, del determinismo, han de referirse completamente a dicha ilusión y son brillantemente refutadas por el autor. No puede haber demostración racional en el dominio de la experiencia, en el sentido en que «racional» se aproxima a «lógico», y en líneas generales ninguna demostración ni el mismo silogismo, en el que Milhaud reconoce la forma típica del movimiento del pensamiento que quiere comprender, se basa en el principio de identidad. Parece que para Milhaud sólo se pueda hablar de certezas morales, de «creencias», es decir, de probabilidades mayores o menores. La ciencia constituye en último análisis un lenguaje, creado por el espíritu en contacto con las cosas, como sugerido por ellas, por el cual se puede comprender y prever, aun sin contener una necesidad absoluta.
Lejos de llevarnos al escepticismo, la ausencia de rigurosidad lógica es lo que garantiza al pensamiento científico su carácter de progreso indefinido. La crítica del Essai quiere conducir a una renovación del racionalismo y, por dicha actitud, presenta, todavía hoy, un significado vital. Tan alejada del concepto de identidad como del de intuición, la «razón» está sentida en su valor de creatividad incesante, en las complejidades extra lógicas de su operar concreto.
A. Denti