El Rey Candaules, André Gide

[Le Roi Candaule] Esta leyenda, que antes de Hebbel había sido dramatizada por los españoles y, sobre todo por José de Cañizares (1676-1750) en la comedia por partes El Anillo de Giges y Mágico rey de Lidia, fue tratada de nuevo en nuestra época por André Gide (1869-1951) en su composición dramática Le Roi Candaule, publicada primeramente en una revista en 1901 y más tarde representada e impresa en un volumen. Pero Gide transforma el relato de Herodoto, contaminándolo con otra fábula.

Candaules, rey de Lidia, ha adoptado por norma de conducta la generosidad, y es feliz en su palacio, lleno de aduladores a los que colma de beneficios, halagado por el amor de la reina Nysia, mujer de sobrehumana belleza. Pero su manera de vivir es gravemente criticada por el pobre pescador Giges, que ha sido su compañero de juegos de la infancia, y vive orgullosamente en su libre miseria. Durante un banquete, un convidado halla en un pescado un misterioso anillo y lo entrega al rey, que lee en él, lleno de curiosidad, un lema grabado: «Yo encierro la felicidad». Candaules manda llamar al pescador para recompensarlo; y comparece Giges, con su esposa, a la que inmediatamente mata, en el curso de una dramática conversación, después de descubrir su infidelidad. La salvaje fiereza y la terrible sencillez de aquel hombre conquistan al rey, que desea tenerlo junto a sí como a su mejor amigo.

A él confía Candaules el extremo delirio a que ha llegado su manía de generosidad; él no puede ya gustar felicidad alguna si otro hombre cualquiera en el mundo no es partícipe de ella y no la conoce como él mismo, por directa experiencia; el anillo encontrado dentro del pez tiene el mágico poder de volver invisible a quien lo lleva en el dedo: Giges deberá valerse de él para ocupar una vez el lugar del rey en el tálamo de Nysia. Giges no puede resistirse a la locura del rey y acepta efectuar la fatal experiencia. Al día siguiente no se presenta. Mientras el rey lo busca afanosamente a él y el anillo, Giges, trastornado se revela a la reina, torturado por los remordimientos y ebrio de amor por ella. Nysia, ante aquella revelación, le ordena que mate acto seguido a Candaules. Así lo hace, fascinado; y es proclamado rey por Nysia y los cortesanos aterrorizados mientras Candaules muere, llamándole amigo.

El mismo Gide, en un prefacio, expone los motivos íntimos de la singular obrita: «Candaules personifica la peligrosa inclinación de un alma excesivamente refinada que puede convertirse, según Nietzsche en «generosa hasta el vicio», ya que la «excesiva generosidad no puede existir sin pérdida del pudor, que es una reserva». Con todo esto, no se debe buscar en el drama un símbolo propiamente: sino «sencillamente una invitación a la generalización, esto es, un ejemplo. A. Gide se nos presenta ya, por lo tanto desde la primera obra juvenil, aplicado a un arte que se vale de su fuerza creadora para insinuar en el ánimo de los lectores y de los espectadores la duda de difíciles problemas. Su breve drama se inclina a la «moralidad» y consigue, en efecto, con su nítido y meditativo estilo típicamente neoclásico, extraer de la sencilla evocación de aquel extraño mito acentos de conmovedora humanidad.

M. Bofantini