[Le petit Pierre]. Memorias de infancia de Anatole France (François-Anatole Thibaut, 1844-1924), publicadas en 1918. La manera como el escritor contempla la vida y la comenta con una sonrisa, más de bondad que de escepticismo, se muestra en esta evocación claramente autobiográfica, si bien a través de la ligera ficción de un personaje, el pequeño Pierre.
Es la historia de un muchacho, tímido y desigual, desde su nacimiento hasta su entrada en el colegio; en una vida mísera y sin una sola rendija de luz, Pierre lleva una existencia doble, ya que dé día pasa las horas de un modo simple y natural, y de noche todo se hace para él sobrenatural y terrible. Se entrega a los sueños y a las fantasías. Se muestra así su carácter a la vez pesimista y alegre, realista y nostálgico, tal como la vida lo irá formando paso a paso, en sus diversos contrastes, haciéndole sentir, al mismo tiempo que la necesidad de la acción, la de volverse hacia ,1a infancia ya lejana.
El muchacho siempre disputa, lo creen nervioso y nunca le satisfacen en sus más simples deseos: ni siquiera en el de tener un tambor para él solo, de modo que se ve obligado a construirse uno bastante rudimentario. La amistad y los primeros afectos, particularmente el que siente por la vieja criada de la casa, Mélanie, le inducen a observar mejor la vida: también una niñita algunos años menor que él, Alphonsine, entra en su vida de espectador. Sobre todo la criada, con su habla coloquial, le sugiere una viva admiración por los modismos conservados en los dialectos o las expresiones proverbiales; del mismo modo, las citas de obras para él totalmente desconocidas de Gresset, con la historia del papagayo (v. Vert vert) y las fábulas de La Fontaine, le abren un mundo nuevo en el que se adentrará cada vez con más decisión.
La naturaleza reflexiva de Pierre encontrará así nuevos recursos en las lecturas de la historia de las Cruzadas y en la cotidiana búsqueda de la verdad, realizada a través del mundo de todos. La obra, escrita con viveza pero de una manera suelta y nada constructiva, entrelaza los recuerdos del autor y sus observaciones y anotaciones a veces excesivas, como las que se refieren a la historia y la lengua francesas; a su vez, al enunciar la continuación de tales recuerdos y al reanudarlos en el Libro de mi amigo (v.) de 1883 y en Pierre Noziére (v.) de 1899, siente el autor la precariedad artística de su efusión, aun reconociendo la realidad de una experiencia fundamental para el juicio sobre los hombres y la conducta de una larga existencia.
C. Cordié