[L’ingénu]. Cuento satírico de Voltaire (François Marie Arouet, 1694- 1778), declarado por el autor como «historia verdadera sacada de los manuscritos del padre Quesnel», cabeza del jansenismo después de la muerte de Arnauld; fue publicada primeramente en Ginebra con el nombre de Utrech, en 1767.
A las costas bretonas, en 1689, llega de paso en un buque inglés un joven hurón (v.) que procede de los bosques de América del Norte (después Canadá), y viaja para conocer el mundo. Por su sencillez natural confunde con respuestas juiciosas y aparentemente paradójicas a dos personas que lo acogen y acaban por adoptarlo : el abate Kernabón y su hermana. Creen reconocer en él, por ciertas miniaturas, al hijo de un hermano suyo que pereció con su familia precisamente en una expedición contra los hurones. El joven, como anteriormente por los ingleses, es llamado «el Ingenuo» porque dice siempre lo que piensa y hace todo lo que quiere. Lo convierten y él quiere que lo bauticen en un torrente, pero luego se deja convencer por una bella joven, la señorita de Saint-Ives; es más, sintiendo inclinación hacia ella, la declara su esposa y quiere poseerla sin más formalidades. Impedido por la gente que acude, se irrita por las extrañas costumbres de los europeos, que dicen una cosa y hacen otra: generoso e instintivo, en un desembarco de los ingleses combate contra ellos y va a París a pedir una recompensa y hacer que saquen a su novia del convento en que, como castigo, había sido encerrada. Por sus incautas palabras acerca de la religión, es encerrado en la Bastilla junto con un jansenista, y se expresa con tanta verdad en el examen de las cosas y con tanta pasión recuerda el amor de la muchacha, que enternece y convence de la belleza de la vida hasta a su riguroso compañero de prisión.
La pobrecilla, en cambio, salida del convento, intenta liberar a su amante, pero en París y en Versalles es sometida a toda clase de abusos por parte de jesuitas y, particularmente, de un cierto monseñor; consigue, por fin, liberar al hurón, quien, leyendo libros y razonando con su compañero, ha ido desarrollando cada vez más su inteligencia; pero cuando está a punto de unirse a él en matrimonio, el regalo de unos diamantes que le ha hecho su seductor, el eclesiástico, la trastorna de tal modo que es causa de su muerte. El hurón, que había sido bautizado con el nombre de Hércules de Kernaborn, se entrega a la vida militar para olvidar el atroz dolor. Así, después de haber vivido felizmente durante veinte años entre los salvajes de su país, «el Ingenuo» había venido a Europa sólo para conocer sus vicios y sus defectos; sus desventuras y las de su novia, unidas a las continuas luchas entre su modo natural de razonar y las supersticiones e hipocresías sociales, aumentan su desengaño por una civilización que viola las leyes más sencillas de lo creado y se encierra en una confusión de falsedades y de violencias. Voltaire, en una burla constante, desarrolla su relato con finura más discursiva que narrativa, precisamente por la circunstancia de que se detiene sutilmente en este o aquel detalle de una sociedad que él conoce bien: desde las luchas entre jansenistas y jesuitas a los abusos del mundo nobiliario y jurídico.
C. Cordié
Voltaire, como los monos, tiene los movimientos deliciosos y el rostro repugnante. (Joubert)
La gracia, la vivacidad, la petulancia, la seriedad y tal vez el patetismo que se ocultaban bajo estas ligeras apariencias; sin duda, Voltaire poseía todo esto. (Sainte-Beuve)
Voltaire fue la mediocridad hecha genio. Su genialidad es puramente formal, esto es, polémica y libelista. (M. Bontempelli)