El Filósofo, Pietro Aretino

[Il filosofo]. Comedia en cinco actos de Pietro Aretino (1492-1556), escrita a finales de 1544 y publicada en 1546. La acción se basa sobre dos argumen­tos, con desarrollo particular. Protagonista del primero es un pesado filósofo, cuyo ce­rebro está ocupado sólo por libros y por las teorías de Aristóteles y de Platón. Uno de sus fámulos, perfecta figura de parásito, se finge entusiasmado por sus altos y pro­fundos discursos; en cambio, son muy po­cas las muestras de satisfacción que da su mujer, bella y agradable, que lleva, al estilo de Boccaccio, el nombre de «monna» Tessa. En efecto, la mujer reclama sus derechos de esposa, pues el filósofo descuida por sus libros sus deberes de marido; en vano in­terviene para arreglar el asunto la suegra Pafa, otro tipo característico y nuevo en el teatro de Aretino; la mujer entonces se resarce por medio de Polidoro, elegante y peripuesto galán. El filósofo, atacado de repente por unos violentos celos, se pone al acecho, sorprende a Polidoro y lo encie­rra en su despacho; pero Tessa lo libera y pone en su lugar el burro del establo. De manera que, cuando Plataristóteles quiere enseñar a su suegra la prueba de la trai­ción de su mujer, sale de su despacho, re­buznando, el burro.

Pero no hay mal que por bien no venga; después de estos acon­tecimientos, en efecto, el filósofo recono­ce sus yerros, y, con gran alegría de su mujer, decide dedicarse para siempre y por completo a ella. Paralelo a éste, se desarrolla el segundo argumento, sacado del conocido cuento del Decamerón de Andreuccio da Perugia (v.). El joyero Boc­caccio llega a la ciudad con quinientos es­cudos; se propaga la noticia y una corte­sana, simulando ser su hermana natural, de la que él no tenía noticias desde hacía mucho tiempo, le invita a ir a su casa y allí le roba todo su dinero. Echado a la calle, da con dos ladrones que iban a despojar el cadáver del Arzobispo de la ciudad, enterrado pocos días atrás. El joyero es obligado por los dos a meterse en el se­pulcro; allí se hace con un grueso rubí, y da a los dos granujas las demás joyas; de repente se oyen los pasos de alguien que se acerca, y los ladrones huyen después de bajar la losa del sepulcro. Los recién lle­gados son otros ladrones con las mismas intenciones: abren el sepulcro y al ver un ser viviente que se agita allí dentro huyen aterrorizados. De este modo el joyero pue­de salvarse, y se marcha con su rubí cuyo valor supera los 500 escudos que había per­dido. Comedia viva, alegre, divertida, aun­que de menos fantasía que las demás de Aretino, y como a propósito para concluir su actividad de comediógrafo en una más equilibrada y tradicional proporción.

E. Allodoli