Obra de un espíritu chispeante, dialogada de una manera viva, incisiva, penetrante. El éxito mundial que alcanzó El diablo se debe, sobre todo, a la alta calidad de su diálogo, revelador, por otra parte, del gran conocimiento que el autor posee del alma femenina. Molnár ha tomado mucho del vodevil francés y es autor de una gran riqueza en recursos escénicos. De todas formas, su arte no se limita — sobre todo en El diablo — a un virtuosismo en que, a veces, sobrepasa a sus maestros, y su obra pone también de manifiesto una profundidad y una personalidad que le destacan entre los autores de primera fila. Otra de sus piezas teatrales conocería igualmente el éxito fuera de las fronteras de su país: Liliom. La Guardia de corps y El Lobo ya son obras menos importantes. Además de autor dramático, Molnár se nos revela excelente novelista en El diálogo, Los niños, José y sobre todo en Andor. Sus escritos nos lo presentan, no sólo como un notable observador de la sociedad burguesa de Budapest, sino paralelamente un gran conocedor del alma infantil.