El Despido de los Embajadores Griegos, Jan Kochanowski

[Odprawa postów greckich]. Tragedia en tres episodios de Jan Kochanowski (1530-1584); es la primera en la his­toria de la literatura polaca y fue escrita en 1578, a petición del canciller Jan Zamoyski para celebrar, con. un digno espec­táculo, su matrimonio. Kochanowski parte del libro tercero de la Ilíada (v.), cuando los embajadores griegos van a Troya para pedir la restitución de Elena (v.). Paris (v.) le ha quitado Elena a Menelao (v.), y no quiere restituirla, sino que, por el contrario, intenta, con ricos dones, corrom­per a los que podrían obligarle a hacerlo.

Antenor, el sabio y justo ciudadano, no cede a sus presiones e intenta convencerle de que siga lo que aconsejan la honradez y el bien de la patria. Mientras Elena se lamenta de su suerte y echa de menos su hogar, un mensajero le anuncia que el con­sejo troyano se ha reunido para decidir su suerte y le cuenta que Paris, basándose en la promesa de Venus que, según él, le con­cedió aquella hermosa mujer, se ha negado a restituir a Elena a los griegos. En vano Antenor ha recordado a Paris que, después de haber violado las leyes de la hospita­lidad y las divinas, amenazaba con su con­ducta la seguridad del país; sostenido por Hicetaón, que no quería someter a los troyanos a la voluntad de los griegos, el con­sejo ha negad la restitución y despedido a los embajadores. En el «éxodo» después de la bellísima y terrible profecía de Casandra (v.) sobre la suerte de Troya, llega la noticia de que los griegos han desem­barcado ya. Y con la admonición de Ante­nor al rey de que llame acto seguido al pueblo a las armas, termina la tragedia. Los coros concluyen cada episodio, ya co­mentando los acontecimientos, ya exhor­tando a la justicia, ya profetizando las te­rribles consecuencias de la acción de Pa­ris.

El drama tiene forma y asunto clási­cos, pero bajo este velo Kochanowski des­cribe la vida y los problemas del pueblo polaco y de sus gobernantes, en los cuales los intereses privados prevalecen a menudo sobre los públicos y sobre las leyes morales. Y mientras en los bellísimos discursos de Antenor se percibe una exhortación a los nobles para que resurja en ellos el espíritu guerrero, es clara la alusión final a la necesidad de no esperar en casa al enemigo, sino de atacar al reino moscovita según el proyecto de Esteban Batory, quien proba­blemente asistía a la tragedia. Aunque la acción del drama sea bastante pobre, los méritos de la poesía, el ritmo majestuoso del endecasílabo blanco, la pureza y la ri­queza del lenguaje hacen de esta obra una de las más importantes del gran Kocha­nowski.

W. de Andreis