[Discorsi del poema eroico]. Obra crítica dividida en seis libros, publicada en 1594. Son una reelaboración de sus juveniles Discursos del arte poética y en particular del poema heroico en tres libros, escritos antes de 1570. Más sueltos y animados en la forma primitiva, con harta erudición en la redacción última, que es contemporánea a la Jerusalén conquistada (v.), los discursos de Tasso ^ quieren justificar ante el autor, ante el público y ante los críticos, la poesía de la Jerusalén en el ámbito de la poética clasicista que, con la autoridad de la Poética (v.) de Aristóteles, los literatos iban elaborando entre los años 1540-1570, y a la que Tasso se adhirió con la mente y con el alma.
Tasso rechaza la distinción entre novela, poema caballeresco y poema heroico o épico; ello es natural, porque desde la primera juventud anhelaba un poema que acogiese y conciliase la tradición clásica, la tradición novelesca, la severidad de la epopeya y la variada belleza de la poesía caballeresca.
Tal poema, escribe en los Discursos, debe tomar su argumento en la historia, que infunde de por sí dignidad y grandeza a la poesía: es preferible la historia poco remota porque es menos oscura y de ningún modo debe ser demasiado próxima, ^porque el conocimiento de los hechos impide las alteraciones de la verdad histórica, indispensables en una obra poética, cuyo fin no es la «verdad», como en la historia, sino la «verosimilitud». El argumento histórico debe ser adornado y elevado por lo «maravilloso» y, para que el contraste entre «verosímil» y «maravilloso» no sea demasiado estridente, lo maravilloso debe ser «creíble» y por lo tanto de acuerdo con las creencias religiosas del poeta y de sus lectores. Así, frente a las desconfianzas contrarreformista para el libre juego de la fantasía, Tasso justifica el elemento maravilloso de la Jerusalén, las magias y los encantos, que él atribuye a la intervención sobrenatural, divina o diabólica.
Y al vagabundear sin freno de las damas y de los caballeros de Boiardo y de Ariosto, opone la necesidad de la unidad de acción, de un fin único, en el que converjan todos los actos de los personajes aún exigiendo una variedad de episodios mayor que la de los poemas épicos de la antigüedad; de modo análogo anota que los personajes deben observar el «decoro», o sea que han de ser coherentes consigo mismos en el curso de la obra, criticando así de modo implícito la versatilidad de los héroes de Ariosto y legitimando la tendencia a lo típico y a lo abstracto, que se deja sentir en las partes menos felices de la Jerusalén.
La dignidad y la grandeza son las constantes preocupaciones de Tasso. En los últimos tres libros de los Discursos se trata de la elocución, de las figuras retóricas y la versificación, lo que hace singularmente atractivas estas páginas del poeta crítico. Por otra parte, todos los Discursos ofrecen también gran interés para los lectores profanos, porque la variada materia obtenida de las doctrinas críticas de su tiempo, se nos aparece con el sello de la personalidad de un poeta genial, y de ella surge, bajo los razonamientos formales y las numerosas citas de autoridades filosóficas y literarias, la poesía nueva y elevada de la Jerusalén, que el escritor tiene siempre presente mientras compone sus páginas críticas.
M. Fubini