Deontología o Ciencia de la Moral, Jeremy Bentham

[Deonthology or Science of Morality]. Obra de Jeremy Bentham (1748-1832), publicada póstuma en 1843. Es la obra más impor­tante de Bentham, y contiene una exposi­ción sistemática de los principios del uti­litarismo. La tendencia del desarrollo de la naturaleza humana, desde la sensación al hábito, es, según el autor, alcanzar el pla­cer y evitar el dolor. Placer y dolor no son manifestaciones puramente subjetivas; ad­quieren valor universal y absoluto en vir­tud del resultado de las asociaciones de ideas, esto es, del hábito. De estas premisas surge el principio de utilidad «que aprueba y desaprueba una acción cualquiera, según la tendencia que esta acción tenga a au­mentar o a disminuir el placer de la parte interesada». La moral del deber es una fan­tasía de los doctrinarios y de los dogmáti­cos; la única moralidad es la del interés; por lo tanto, el hombre es el mejor juez de sus propias acciones, ya que lo es de sus intereses. La «sana moral» será, pues, «el arte de dirigir a los hombres para producir la mayor cantidad posible de placer para aquel cuyo interés se busca». El interés no puede ser más que uno; quien quiera se­guir un simple vicio o un capricho que le proporciona placer, no obra en interés pro­pio, porque va contra las costumbres co­munes y se prepara la infelicidad para el futuro: «el hombre virtuoso acumula para el futuro un tesoro de felicidad; el hombre vicioso es un pródigo que malgasta incon­sideradamente sus intereses».

Por otra par­te, no basta con que la felicidad sea de uno o de pocos; debe ser un bien general; o me­jor, según la fórmula de Priestley: «la más grande felicidad del mayor número de ciu­dadanos». De aquí nace la fórmula de la moral: «maximizar la felicidad y minimi­zar la infelicidad», fórmula que resuelve lo que podría parecer un sórdido egoísmo, en un altruismo que empuja a cada uno a realizar la mayor cantidad posible de feli­cidad, sacrificando, si es necesario, la feli­cidad propia a la de la multitud. La bondad sencilla y a menudo facilona con que Bentham expone sus teorías, no debe in­ducir a engaño: en el fondo de ella hay un motivo doctrinal sólido y fecundo. Por otra parte, Bentham no combatía sólo las teo­rías metafísicas y dogmáticas del raciona­lismo, sino también la teoría que funda­mentaba el obrar humano en un principio de simpatía o de antipatía, teoría formu­lada por Adam Smith. Pretendió formular un principio que fuese objetivo y al mismo tiempo de utilidad práctica; el principio de la utilidad de Bentham tiene el mismo sig­nificado racional que la libertad para Kant. El fin común de ambos filósofos fue, en efecto, establecer un criterio de valor abso­luto. El punto más vulnerable del sistema se halla en la demasiado simple convicción de que el interés general se diferencia del particular sólo cuantitativamente, sin notar que la vida del espíritu no se desarrolla en función de cálculos matemáticos ni redu­ciendo la personalidad humana a un sen­cillo balance de placer y dolor. De todos modos, el influjo de la doctrina del au­tor en el campo político y social fue bas­tante vasto y profundo. Al movimiento utilitarista, se le reconoce el mérito de haber puesto tan en evidencia el concepto de lo útil en el ambiente del espíritu humano, que ningún sistema filosófico moderno pue­de dejar de introducirlo y de justificar su naturaleza y su función en el sistema de las categorías constitutivas de la realidad humana. [Trad. de D. P. P. (Valencia, 1836)].

A. Répaci