Democracia y Educación, John Dewey

[Democracy and Education. An Introduction to the Philosophy of Education]. Tratado pe­dagógico del filósofo norteamericano John Dewey (1859-1952), publicado en 1916. El libro, según pone de manifiesto el autor en el prefacio, quiere recoger y enunciar las ideas implícitas en la sociedad democrática y aplicarlas al problema de la educación, fijando el fin constructivo y los métodos educativos, tales como resultan desde el punto de vista democrático. La educación, dice Dewey, representa en la vida social el equivalente de lo que en la vida fisiológica son la nutrición y la reproducción. Educar significa hacer a los demás partícipes de nuestras experiencias, para que éstas se conviertan en posesión común y, como esta participación tiene lugar sobre todo a tra­vés del ambiente, resulta clara la necesidad de crear en la escuela un ambiente capaz de poder dirigir y canalizar las energías de los jóvenes. Resultado fundamental de la educación, es la capacidad de progreso ul­terior. Dewey critica las ideas pedagógi­cas de Platón, en cuanto se basan más so­bre las clases sociales que sobre el indi­viduo, como las de la Ilustración (v.), por­que haciendo extensible la sociedad a todo el género humano, comprometen el progre­so con el retorno a la naturaleza, y com­bate también las del idealismo ochocentis­ta, porque restringen la concepción social subordinando el individuo al estado nacio­nal, intermediario entre individuo y hu­manidad.

Después de una serie de capítulos en los que se aclaran varios problemas filo­sóficos relativos a la educación, tales como el lugar del pensamiento en la experiencia, la naturaleza del método, la significación del trabajo, el autor afronta el problema cen­tral del libro, los valores Educativos, y la distinción entre cultura y utilidad práctica. Recuerda que esta distinción, en lo que se refiere a su formulación, tuvo su ori­gen en Grecia y se basó en el hecho de que una vida verdaderamente humana sólo puede ser realizada por unos pocos que vivan del trabajo de los demás, dando así origen a una distinción entre seres pensan­tes y seres operantes, distinción que, tra­ducida a términos pedagógicos, dio lugar a la división de la educación en educación liberal y educación técnica o profesional. La invención de las máquinas ha emanci­pado ciertamente al hombre de muchas fatigas y de muchas horas de trabajo, pero mientras la educación de los trabajadores se limite a un breve curso escolar, des­tinado a que aprendan sólo los primeros rudimentos del saber, tales como leer, es­cribir y contar, desatendiendo la educación científica, literaria e histórica, sus mentes no pueden estar preparadas para beneficiarse de la oportunidad de dedicar las horas libres a una actividad de orden cultural.

Dewey sostiene que, en una sociedad de­mocrática, el dualismo entre educación li­beral y educación técnica debe desapare­cer, superado por un plan de estudios que haga del pensamiento una guía para todos, y propugna un tipo de educación que, aun teniendo en cuenta la instrucción técnica del obrero, no excluya su formación espi­ritual. Tal educación haría desaparecer los males del actual sistema económico y, uni­ficando las disposiciones y las tendencias de los miembros de la sociedad, tendería a la unificación de la sociedad misma. Por último, intenta el autor conciliar el dua­lismo entre hombre y naturaleza, dualismo que ha originado la división entre estudios humanísticos y estudios naturalistas, con la tendencia, en los primeros, a quedar redu­cidos a simples recuerdos literarios del pa­sado; y el libro termina con una exposición de teorías gnoseológicas y morales aplica­das a la pedagogía.

B. Cellini