[Demetrius]. Es el último drama — inacabado — de Friedrich Schiller (1759-1805) y, a pesar de haber quedado sólo un fragmento debido a su muerte, que motivó la interrupción, revela tal grandiosidad de concepción que nos da la medida de la plenitud de su madurez espiritual, como dijo W. von Humboldt, en el momento en que el poeta nos fue arrebatado, y de las infinitas posibilidades que aún le quedaban a sus fuerzas. El día de su muerte, sobre el escritorio estaba terminado el monólogo de María, madre del verdadero Demetrio (acto II, escena I), con este grito nostálgico: « ¡Oh! ¿Por qué estoy aquí encerrada, atada, limitada, con mi sentimiento infinito? ¡Tú, sol eterno, que envuelves el globo terrestre, sé mensajero de mis deseos!» Es el grito nostálgico del genio moribundo, que resume el anhelo de toda su vida. Por la parte terminada y por los apuntes encontrados resulta que no se trata precisamente de un drama histórico, puesto que la historia de las luchas entre Rusia y Polonia no son más que un grandioso marco para la figura central, el falso Demetrio, con su problema moral y con su trágico destino. Demetrio crece convencido de ser el zarevich, hijo de Iván, a quien se había dado por muerto. Al huir de un convento vive como subalterno en la corte del gran Voivoda de Polonia y se enamora de su hija Marina, ambiciosa e intrigante, matando por celos a un noble pretendiente de ésta. Cuando le llevan al patíbulo descubren una cruz, que pende de su cuello, regalada muchos años antes por el Zar a su hijito, y una Biblia, de todo lo cual se desprende que él es el verdadero hijo del Zar.
Los boyardos presentes le rinden homenaje y él, de índole noble y verdaderamente real, cree en su propia y alta misión, que es la de elevar a su patria hacia ideas de humanidad y de transformar en Rusia «a los esclavos en hombres». Con esta fe fascina a las masas y en la Dieta polaca todos le obsequian, excepto el príncipe, el cual sospecha que el Voivoda se sirve de él para sus planes ambiciosos. Estalla la guerra entre Rusia y Polonia, cuyos horrores tan sólo encuentran justificación en la fe de Demetrio en su misión. En Rusia reina el usurpador Boris Gudonov, el cual, viéndose poco a poco abandonado por todos, reconoce en esto el castigo de la Justicia, y se rinde ante ésta, envenenándose y confiando sus hijos, Axinia y Fedor, a la protección de un convento. Todo sonríe a Demetrio que espera ansiosamente la llegada de su madre, Marfa, la cual vive en un convento y espera poder reconocer en el nuevo soberano al verdadero Demetrio. Pero en el momento de máxima fortuna tiene lugar la caída: se presenta ante Demetrio un hombre que declara haber sido el asesino del verdadero zarevich; no habiendo obtenido la esperada recompensa, se había apoderado del falso Demetrio, que se parecía mucho al verdadero, lo había confiado a un sacerdote polaco junto con algunos objetos preciosos robados, y paso a paso le había conducido, ciego instrumento, al trono de los zares.
Demetrio, loco de dolor, mata al delincuente, pero desde entonces el íntimo conflicto entre la conciencia de haber perdido el derecho a su misión y el sentimiento de no poder ya retroceder le conducen a la ruina. Su tormento, aumentado por el hecho de que Marfa no le reconoce como a su hijo, le hace perder toda la fuerza de su convicción y se convierte en el más negro de los tiranos. La gentil Axinia, de la cual se enamora, y la cual ama, por el contrario, a un Romanov, le rechaza con horror; la intrigante Marina, que jamás ha creído que fuese el verdadero Demetrio, insiste en casarse inmediatamente y hace envenenar ‘a Axinia. Romanov, en la prisión, se niega a participar en una conspiración contra Demetrio, pues no quiere ensangrentar sus manos de futuro Zar; pero los conjurados, cuando Marfa, junto a la cual se encuentra Demetrio, no quiere jurar sobre la cruz que el Zar es verdaderamente su hijo, le matan por impostor. La idea del derecho es la potencia trascendente en nombre de la cual el héroe primero vence, y luego, cuando conscientemente se convierte en falso profeta, perece. Como Wallenstein (v.) y como la Doncella (v. Juana de Arco), cuando no sabe renunciar espontáneamente a la pompa terrenal, pierde su libertad de acción y la confianza en su misión. A pesar de que el drama esté incompleto, se comprende que en él falta, más aún que en Guillermo Tell (v.), la unidad de acción de la tragedia clásica. Goethe acarició la idea de terminarlo, pero luego renunció a ella e igualmente Hebbel, que compuso más tarde un Demetrio según una concepción diferente. El Demetrio cierra la gran producción dramática de Schiller.
C. Baseggio-E. Rosenfeld
* El mismo argumento ya había sido dramatizado por el poeta y escritor español Lope de Vega (El gran duque de Moscovia, v.), por el francés Aubry (1689), por Kotzebue (1782) y por muchos escritores rusos, entre ellos A. Pushkin (v. Boris Godunov), que fue seguido por Merimée en su Épisode de l’histoire de Russie, le faux Démétrius (1855) y por Ostrovski (v. El falso Demetrio). El tema también inspiró una tragedia neoclásica en pentámetros yámbicos a Paul Ernst (1866-1933), publicada en 1905 y representada en Weimar en 1910. El Demetrio [Demetrius] de Ernst transporta la escena de Rusia a Esparta, dando con esto a la tragedia un sentido legendario, pero a pesar de ello está muy influenciada por la de Schiller. Compárese, por ejemplo, la escena schilleriana entre el obispo Hiob y Marfa, la madre de Demetrio, con la análoga entre Dyme y Alcamenes.
El hijo del rey Orestes, asesinado durante una revuelta, y de una esclava, llega a saber casualmente, pero sólo en parte el secreto de su nacimiento porque su madre, Tritea, le oculta todavía su ilegitimidad. Dyme, la viuda de Orestes, ya hace veinte años que es sacerdotisa de Apolo y llora la muerte de su hijo Demetrio, que fue asesinado al mismo tiempo que Orestes. Pero por razones políticas ella reconoce como a hijo suyo el de la esclava, a pesar de que sabe de cierto que no lo es. De esta manera, el joven se convierte en rey, el tirano Nabis es destronado y muere, pero Komaetho, la hija de Nabis, consigue enamorar al joven rey. Kallirhoe, su prometida, se suicida creyendo con esto hacer feliz al joven. Pero el matrimonio con Komaetho, contraído por razones políticas, se convierte en la ruina de Demetrio. Komaetho es una intrigante y él se encuentra sin defensa contra las numerosas conspiraciones de sus cortesanos. Y al fin sucumbe cuando llega a saber la realidad de su nacimiento, no sólo porque ésta empieza a ser conocida por los demás, sino porque él mismo ya no siente en sí aquella fuerza divina y el sentimiento de la justicia de su causa. Hay escenas de una gran belleza y de innegable vigor dramático en la figura de la vengativa Dyme, de la dulce Kallirhoe y del exaltado Demetrio.
C. Gundolf