Del Infinito Universo y Mundos, Giordano Bruno

[De l’lnfinito Universo et mondi]. Obra filosófica en italiano, de Giordano Bruno (1548-1600), publicada en 1584 y pertene­ciente al grupo de los diálogos metafísicos. Tiene grandes afinidades con la Cena del miércoles de ceniza (v.) y con De la causa principio y uno (v.), con las que forma la trilogía de sus más importantes obras en ita­liano y trata más o menos la misma materia que en De lo inmenso (v.). Consta de una epístola a modo de proemio,-, tres sonetos y cinco diálogos.

En el proemio, Bruno se llama a sí mismo diseñador del campo de la natu­raleza, dédalo de los hábitos intelectuales, cuidadoso del alimento del alma, enamorado de la cultura del ingenio. El valor de la filosofía pasa y transmigra de la religión a la ciencia, de Aristóteles a Copérnico, y la renovación cosmológica no resuena como ciencia particular, sino como nueva filoso­fía: «ante todo sentido y razón, con la clase de sagacísima investigación, descubiertos los claustros de la verdad» se procede a la in­tuición monista del universo infinito. Este proceso pasa por tres momentos: superación de la metafísica, intuición de la realidad natural única e infinita y profundización de esta intuición con la ciencia cosmológica. Se demuestra aquí el significado del Universo infinito, efecto de la divina potencia que pudiendo producir además de éste, otro y otros mundos infinitos, no limitaba cierta­mente su obra a un solo mundo finito, sino producía infinitos particulares, semejantes a la tierra, sin número, que constituyen la universalidad, en un espacio infinito. Esto es, un universo infinito, en el cual hay mundos inconmensurables, y por lo tanto doble infinidad: de grandeza y de multitud. Regulado y dominado por una fuerza provi­dencial, en virtud de la cual todo palpita, vive y perdura en su perfección el universo con la multiplicidad y los opuestos, con la materia y la forma, con la luz y las som­bras, la providencia y los efectos, se resu­me en tres puntos: ley, justicia y juicio; esto es, necesidad intrínseca del ser, cono­cimiento del ser y su valorización moral, pero este triple aspecto confluye y se reduce a la unidad del Ente, sumo Ser, suma Verdad y sumo Bien.

Y como todos estamos someti­dos a un óptimo eficiente, se debe estimar que todo es bueno, viene de lo bueno, para lo bueno y como bueno. Esto es como decir Bien, por Bien, como Bien. La obra abunda en pasajes polémicos contra la inutilidad de los argumentos de Aristóteles, que combate a los que establecen el mundo infinito y supone el centro y la circunferencia, y sos­tiene que en lo finito o infinito la tierra ocupa el centro, y contra aquellos para quienes Aristóteles parece un milagro en la naturaleza, porque no lo han entendido o porque son escasos de ingenio. Exaltándose en su propio pensamiento, Bruno dice que ésta es la filosofía que abre los sentidos, contenta el espíritu, magnifica la inteligen­cia y conduce al hombre a la verdadera bienaventuranza.

M. Maggi